Criónica TV

CRIOPRESERVACION. PROCESO INVERSO. DESCONGELAMIENTO EMPEZANDO EN 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1, 0.

Qué hago acá. Qué hago en este tiempo que no es mi tiempo, en este espacio que no es mi espacio. Lo único que conservo son marcas. Marcas de guerra sobre mi cuerpo. Cicatrices de antaño. Heridas que ya cerraron, pero lo sé, volverán a abrirse una vez más, y volverán a cerrarse, y a abrirse y a cerrarse y así. Lo único que conservo son marcas. Marcas y un espíritu reiterativo. Algunas de las marcas son invisibles, van por dentro, están en el hard disk, porque todo, todo, está grabado: sólo hay que recordar, recordarme, recordarlos. Lo último que recuerdo es un sueño que soñé. No, no es redundancia soñar un sueño. No cuando muchas veces uno siente que está viviendo el mismo maldito y condenado sueño una y otra vez. Todos mis recuerdos se desarrollan en blanco y negro y además tienen interferencias y ruidos de fondo. En el sueño estaba en las Islas Malvinas. Creo que volvía en reemplazo de mi tío. Un sorteo o algo así. Si un ex combatiente ya no estaba entre nosotros, tenía que ir alguien de su sangre en reemplazo. Y ahí estaba yo. Calle amplia, parecida a Avenida de Mayo, pero en Malvinas y mucho más moderna. Gente en las calles. Titulares en diarios, no de papel sino en unas pantallas electrónicas dispuestas en las veredas cada dos metros. La guerra es en los medios. La guerra es el medio. Después, la imagen de un barco llegando a un puerto. Un barco tan grande como todos mis temores. Creo que es inglés el barco. No sé si de guerra o de carga o de pasajeros. Pero la proa apunta hacia mí, hacia todos nosotros. Es imponente y deslumbra y es la gran imagen del sueño, la cara visible, la punta del iceberg de una historia que está hundida en casi un 90%. Y yo: pies firmes, mirada en alto, pose de guerrero de primera línea pero desalineado. Me preparo para lo peor. Sé que voy a morir. El corazón me late lleno de vida. Sé que es por él. Sé que es una cuestión personal, familiar. Van a disparar, van a dispararme, voy a morir. Todo tiene sentido. Y hasta ahí recuerdo.

DESPUES DEL SUEÑO

Es como si acabara de despertar de un largo sueño. Tengo que hacer cosas. En esta nueva realidad tengo una vida. Una vida que no entiendo muy bien. No sé qué carajos hago haciendo estas cosas. Me siento a escribir, que es lo único que me sale fluido. Tengo recuerdo de una película. The Bourne Identity. Hombre desconocido es despertado en una plaza por unos policías mientras dormía en un banco. No sabe quién es. No recuerda nada de nada. Sólo conserva unas pocas pulgas y un gran dominio en el arte de matar y es así como en un santiamén se carga a los dos polis como si fuera todo un juego de niños. Hay algo que nace y fluye dentro de él, una energía destructiva para matar. Sus manos se mueven solas. Desvía piñas, ahorca, desmaya con el puño. Le sorprende cómo se mueven sus manos, no sabe dónde aprendió eso. Lo mismo acá. Escribo, mis manos se mueven solas. Pero mucho no puedo recordar, y entonces, me muevo -escribo- como máquina. Adentro mío llevo cargada la etimología de la palabra recordar. La misma tiene adentro la palabra corazón. Del bajo latín: recordare. Componentes: prefijo re- ('de nuevo'), cordare, que vienen de cor o cordis ('corazón'). Y entonces también recuerdo una mujer. Una mujer que me dice que siga escribiendo. Que me alienta y me dice que tengo el corazón en mi cabeza. Y agrega: "Sos valiente, tenés una gran honestidad intelectual".

Y sigo caminando en este presente apocalíptico pero siempre sin saber bien para dónde voy. Todo me parece irreconocible pero no por ello novedoso. No existe en mí el menor atisbo de curiosidad. Suena un celular que parece ser mío porque está en mi bolsillo. Pantalla del celular que dice "Elvira". Atiendo. Que tenemos que ir a la charla. Que es a las 11.30, pero que sería recomendable que lleguemos antes, por el estacionamiento y todo eso. Me pregunta dónde estoy, que por dónde me pasa a buscar. Subo la mirada y veo en la esquina un cartel que dice 48, otro que lo cruza dice 14. Y entonces le digo 48 y 14. Y ella: a las once. Y asiento y saludo y cortamos.

Al rato estoy en el auto. Ella habla. Parece saber todo de mi vida. En teoría somos grandes amigos. Elvira es una mujer mayor pero en su mirada y espíritu conserva una juventud enérgica muy noble. Tiene un disco sonando adentro del auto. Música clásica. Creo que Bramhs.

El yo pasado, lo que ayer sentimos y pensamos vivo, perdura en una existencia subterránea del espíritu. Basta con que nos desentendamos de la urgente actualidad para que ascienda a flor de alma todo ese pasado nuestro y se ponga de nuevo a resonar. Con una palabra de bellos contornos etimológicos decimos que lo recordamos -esto es, que lo volvemos a pasar por el estuario de nuestro corazón-. Dante diría per il lago del cor (José Ortega y Gasset: El espectador, II, "Azorín: primores de lo vulgar").

BEN BEST

Entramos a un microcine. Varias sillas descendiendo. Una pantalla. Un powerpoint. Dos hombres. Elvira me presenta al profesor Rodolfo Goya. El tipo me da la mano. Me pregunta quién soy. No contesto y Elvira lo hace por mí. Dice que soy el escritor, y no sé qué más, porque yo ya estoy mirando al hombre que ahora el tal Goya nos está presentando. Ben Best. Estados Unidos. CEO de Cryonics Institue. Experto en criónica o criopreservación. Al rato sala llena. Alumnos y médicos de ambos blancos. Ben Best habla en inglés y va pasando en pantalla un powerpoint explicativo de cómo funciona el método. Me entero entonces que también sé inglés. La criónica es la práctica que consiste en conservar cuerpos humanos en frío. Habla de cosas técnicas. Habla de números, de fórmulas. Palabras técnicas que desconozco. La gente levanta la mano, hay intercambio de información. Comienzo a sentir frío y calor a la vez. No entiendo qué hago ahí. Qué hago ahí y por qué estoy ahí. La boca de Ben Best contestando preguntas en inglés. La boca de otros preguntando. Más palabras. Más información. Más números. Fotos de cápsulas gigantes para preservar los cuerpos en bajas temperaturas. Un cuerpo envuelto.

Necesito salir de la sala.

Y salgo.

Afuera todo es verde y el aire corriendo me tranquiliza. Suena teléfono. Un aviso de que alguien me sigue en Twitter. Otro aviso. X quiere ser tu amigo en Facebook. Ahora una llamada. Una voz diciendo que le van a mostrar a alguien mi nota de los desaparecidos. Que la nota es muy buena. Que tiene fotos copadas y hasta un poema y una canción. Agradezco y nos despedimos y cortamos. Miro alrededor. No entiendo. No entiendo nada de nada. Pienso que será largo el nuevo proceso de adaptación al nuevo mundo. Tengo ganas de dormirme una siesta eterna. Me subo a un taxi. Maquinalmente sale de mi boca una dirección. Subo escaleras. Abro puerta. Pasillo, living, pieza.

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