Platenses que buscan resurgir del desastre que dejó el volcán

El 4 de junio de 2011 no fue para Julio Caregnato una fecha más. En su memoria, ese día no quedó grabado a fuego sino a pura ceniza. Y no es metáfora ni pura alegoría. Es literal. Aquel primer domingo de junio, cuando el volcán chileno Puyehue entró en erupción, lugares como Villa La Angostura y Bariloche quedaron sepultados bajo toneladas de cenizas y arena. "Nadie se puede olvidar de esa tarde -cuenta Julio, platense de 47 años y uno de los propietarios de Wilkenny Bariloche-. Todo el cielo se oscureció de un minuto a otro, de golpe. Enseguida aparecieron relámpagos de colores nunca vistos, uno tras otro, y después, como en una película de terror, ese sonido que sacudió todas las ventanas y que nos vino a anticipar el desastre. Lo que le siguió a eso fueron las cenizas. Polvo y cenizas por todos lados. Polvo y cenizas a cada rato".

Sacándose el polvo y los fantasmas de encima, Julio es protagonista del quiebre que produjo en Bariloche y Villa La Angostura el despertar furioso del volcán. No es el único: Antonio Nicolás Bruno, de 25 años, es otro platense que padeció de cerca las cenizas del Puyehue. Encargado de cocina del restaurant La Trattoria en Bahía Manzano, en Villa La Angostura, admite que lo ocurrido hace un año los afectó por una razón muy simple: "Al caernos arena y después mucha ceniza -escribe vía mail-, lo que era belleza para la vista quedó tapado con un gris cemento. Los turistas tenían miedo de viajar y muchos de los que venían siempre eligieron otros destinos".

Su relato es un claro ejemplo del que fuera el año más negro en la corta vida de Villa La Angostura, acaso la región patagónica más afectada por el volcán. Para una población que necesita del turismo como si fuera agua, los daños resultaron letales. La actividad se paralizó durante nueve meses y se perdieron las temporadas de invierno y verano. Entre ambos períodos, según datos oficiales, el rojo que se produjo fue tremendo: 140 millones de pesos, divididos casi en partes iguales entre esas dos temporadas.

CAMBIO DE CARA

Ahora, por suerte, la cara que muestra la moneda en esa región del sur del país es bien distinta. "Estamos con muchas expectativas -cuenta Bruno-. Creemos que este invierno va a ser positivo porque vamos a tener bastante nieve, y eso inevitablemente va a atraer un buen número de turistas".

A la hora de repasar los momentos vividos, este platense no ahorra en relatar las penurias de todos aquellos que sufrieron en primera persona el drama del volcán Puyehue. "Nos quedó un trago amargo porque fue un año muy difícil -sostiene-, peleándola todos los días para poder salir a flote. Además de las cenizas, no había luz ni agua y todo fue muy duro".

A un año de aquel desastre, sin embargo, Bruno no puede evitar esperar la nueva temporada con un profundo optimismo. "Acá pusimos mucho esfuerzo para poder salir -asegura-. Y gracias a eso la Villa se recuperó y está ahora incluso más linda que antes, con los colores más intensos. Esperemos que este invierno nos visiten porque quienes lo hagan se van a sorprender de cómo volvió a resurgir toda esta zona".

Lo que cuenta Bruno es clave para entender el drama de toda esa región. Es que uno de los efectos más complejos que debió revertir Villa La Angostura fue el de su imagen, opacada por una lluvia de cenizas que pareció cubrirlo todo: las escenas que se transmitían desde allá mostraban en toda su magnitud lo complejo y dramático de la situación. Y esas postales quedaron grabadas entre quienes acostumbran a visitar el sur argentino, una muy mala campaña de marketing para cambiar la percepción de los turistas.

"Ahora va a ser mejor que otras temporadas porque se está volviendo a la misma cantidad de personas de años anteriores -se entusiasma Alejandro Omar Nallib, de 43 años y otro de los que trabaja con el turismo en Bahía Manzano-. Por suerte no hay secuelas de la erupción volcánica, ya que hace cinco meses que desaparecieron las cenizas por completo. En lo personal puedo asegurar que el desastre del Puyehue más que tirarme para atrás y bajonearme, me afianzó y me dio más fuerza para seguir".

VOLVER A EMPEZAR

Uno de los casos más emblemáticos que pinta el drama vivido por el turismo en la Patagonia tal vez sea el del Cerro Bayo, el centro de esquí que funciona como uno de los motores centrales del movimiento turístico. Según las cifras que manejan allí, en 2011 se facturó apenas el 5% de lo facturado en 2010 y se registraron pérdidas por unos diez millones de pesos. El Cerro Bayo se mantuvo activo durante el primer mes luego de la erupción, pero luego no tuvieron más opción que cerrar sus puertas.

Para quienes trabajan allá, está claro que no tiene demasiado sentido hacer comparaciones con lo ocurrido el año pasado, y por eso todos toman como parámetro el año 2010, cuando las cifras logradas eran satisfactorias. Las primeras señales de lo que ocurrirá en la temporada invernal, según dicen, ya se dieron con la última Semana Santa y los fines de semana largos que le siguieron a esa fecha. Durante la Semana Santa, de hecho, se registró un ingreso de turistas que permitió una ocupación hotelera del 70%, sobre un total de 4.200 plazas disponibles.

Incluso, los operadores turísticos del lugar estiman que para esta temporada de invierno se lograrán ingresos por cerca de 80 millones de pesos, mientras que durante el verano, el momento más fuerte del año para Villa La Angostura, por caso, se llegará hasta los 200 millones, con una ocupación hotelera del 85%. Claro está, los números de la temporada que está por comenzar suenan atractivos y esperanzadores, aunque algunos admiten que no serán lo suficientemente contundentes como para dar vuelta los malos números del año que pasó.

El parate económico significó el cierre definitivo de algunos locales, luego de que la desaparición de los turistas impidiera continuar adelante con el negocio. Y aún ahora, luego de que se retirara 1,5 millón de metros cúbicos de cenizas, sigue siendo difícil entender el desastre que comenzó el 4 de junio del 2011. Hoy casi no quedan rastros de la tormenta de restos volcánicos que durante meses cayó sobre la región. Es posible encontrar ciertos vestigios a la vera de algún camino, pero por estos días, como cuentan quienes viven allá, los colores del otoño-invierno salieron a la luz con un esplendor aún mayor que el de otras temporadas.

Prueba de ello es lo que cuenta Caregnato desde Bariloche: "Estamos con muchas ganas de que al fin llegue esa temporada que hace un año no llegó. Para este año el cerro esta increíble; hace unos días nevó y fue hermoso. Fue un año muy duro pero la gente supo mantener la calma. Siento que se renovaron las esperanzas. Hay muchas reservas y creo que vamos a tener una temporada genial. Estoy viendo locales que habían cerrado y que ahora se vuelven a abrir. Hay más consultas, más ganas, y todo hace suponer que finalmente vamos a poder resurgir del desastre. Renacer de las cenizas, pero de las cenizas de verdad".