Preocupan las mezclas cada vez más peligrosas que hacen los jóvenes con el alcohol

Pueden ser siete gotitas de lavandina en un litro de cerveza. O tres pastillas de Benzodiacepinas en una jarra de vino, champán o sidra. La idea no sólo es ver cómo “pega”, sino también potenciar los efectos de la bebida y llevar la borrachera a su punto de máxima euforia. El caso de los menores que terminaron hospitalizados tras mezclar cerveza con lavandina -que fue difundido esta semana-, no sólo vuelve los ojos a la preocupante relación que hay entre los chicos y el alcohol sino que, además, pone al descubierto la peligrosa moda de querer potenciar hasta la desmesura los efectos de cualquier bebida alcohólica.

El de la mezcla de psicofármacos con cerveza, vodka o fernet es un fenómeno que se relaciona con otro creciente: el de las previas en la casa antes de seguir tomando en el boliche. Los chicos se juntan, sirven vino, cerveza o sidra en una jarra, buscan alguna pastilla y la agregan al cóctel. Usan los que están al alcance de la mano, en el botiquín de casa, y los mezclan con alcohol sólo para acrecentar y acelerar los efectos.

ASI PEGA MAS

Los médicos dicen que no hacen este cóctel para matarse sino para aumentar todos los efectos. Y los efectos se los puede ver las noches de fin de semana en varias guardias hospitalarias de la Ciudad: algunos terminan desmayados, con daños neurológicos irreversibles y otros, muertos, como los jóvenes de 20 años que murieron tiempo atrás en La Rioja después de haber mezclado alcohol con clonazepam y sildenafil (Viagra).

Y es que si bien la mezcla de, por ejemplo, benzodiazepinas con alcohol puede tener un efecto depresivo que conduce al sueño, los médicos aseguran que muchas veces lo que produce es un fuerte efecto desinhibitorio y un estado de euforia que al propio chico le cuesta reconocer después de pasado el efecto.

“Es común que lleguen al hospital de Niños de La Plata chicos de entre 10 y 19 años que toman bebidas alcohólicas esporádicamente, por ejemplo, cada 15 días, pero en cantidades exorbitantes y haciendo mezclas peligrosas”, se apunta desde el Ministerio de Salud bonaerense, donde sus autoridades opinan que “existe una permisividad social y cultural” en el tema.

Sobre esto, en el área de Toxicología de ese hospital los médicos responsables aseguran que “pocos padres saben que cuando un adolescente empieza a consumir grandes cantidades de alcohol en pocas horas tiene alto riesgo de sufrir trastornos neurológicos, cardíacos, digestivos y metabólicos, convulsiones, desvanecimientos, coma alcohólico y hasta la muerte”.

Los especialistas explican que en la mayoría de los casos “el grupo de pares presiona hacia la borrachera: hay que tomar hasta no dar más e incluso se suele colocar al que no bebe en un lugar marginal, de debilidad. De este modo, cuando los límites y los riesgos no están claros, tomar alcohol ´a morir´ les genera, a buena parte de los jóvenes, un sentimiento de pertenencia”.

Para los responsables del servicio de Toxicología del hospital de Niños, “una sola borrachera puede llevar a la muerte. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de los adolescentes toma fernet, una bebida a la que muchos consideran un digestivo y que, sin embargo, tiene 45 grados de alcohol, una altísima concentración que lleva a la ebriedad con poco consumo”.

En la dirección de Niñez y Adolescencia del Municipio también se impresionan por el fenómeno. “Te lo cuentan los mismos pibes -dice Carlos Dabalioni, titular del área-: toman una cerveza con pastillas y al otro día no pueden creer lo que hicieron por el estado de descontrol en que quedan”. El propio funcionario denunció en su momento penalmente a varias farmacias de La Plata por venderle psicofármacos a menores.

La mezcla y las combinaciones se han vuelto un clásico a la hora de tomar alcohol entre los más chicos. No sólo psicofármacos o el caso más extremo de ponerle lavandina a la cerveza, sino también la costumbre de tomar vodka con energizantes o, incluso más popular, la de mezclar fernet con una bebida cola, algo que se hace por un cuestión “de paladar”, para apagar el gusto amargo del fernet. Claro que por habitual esto tampoco deja de ser peligroso, dado que, según explican los expertos, el efecto dulzón de esta bebida enmascara su fuerte potencia alcohólica: un vaso de fernet, de hecho, equivale a diez de cerveza.