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Hay equipo

En su undécimo disco “oficial”, la banda de Dárgelos le da otra vuelta de tuerca a su sonido, sin bajar sus banderas de siempre: los juegos de palabras, la provocación y los estribillos para aprender y cantar

4 de Octubre de 2013 | 00:00
Hay equipo

Número once en una discografía que a poco se va volviendo clásica en la historia del rock argentino, “Romantisísmico”, lo nuevo de “los Baba”, rompe lanzas con álbumes previos como “Anoche”, “Mucho” y “A propósito” para meterse en un pop rock más directo.

Letras en las que el vocalista Adrián Dárgelos juega con fantasías románticas, hedonistas y eróticas -que traen reminiscencias de pioneros de esa vertiente como Federico Moura y Miguel Abuelo-, yacen detrás de una tapa que, en otra diferencia con el pasado reciente, ya no está dibujada; es una foto que bien podría ser publicidad de un producto de belleza, una mano femenina a punto de lanzar un frasco de perfume convertido en una sofisticada bomba Molotov.

En el álbum ya participa activamente el experimentado bajista Gustavo “Tuta” Torres, por lo que el versátil Carca pasa a las guitarras y a la percusión; esto implicó que el grupo trabajara en estudio con la misma formación con la que se presenta en vivo desde hace algunas temporadas.

SIEMPRE AFILADOS

El disco abre con el hit “La Lanza”, cuyo video lo muestra a Dargelos intentando recuperar la compostura y parte de su físico en una suerte de “after hours” con duras consecuencias para su cuerpo, en el barrio árabe de Ámsterdam mientras la banda juega con un funky bien bailable.

Inmediatamente llega una de las joyas del disco, “Aduana de palabras”, donde en plan rocker estrella, el cantante analiza el desdoblamiento de un ser humano entre la persona y el personaje, haciendo referencia a lo nocivo de la conducta de los mediáticos, tiro por elevación de una banda que siempre puso su vida privada bajo un paraguas protector casi inviolable.

“El baile de Odín” es el desembarco del erotismo en el disco de la mano de un rock tenso, en el que Dargelos juega con frases directas alusivas a una “sabrosa” faena sexual, diciéndole a su chica socarronamente “te voy a dar hasta que agarres ritmo”.

Con apuntes de sintetizadores arranca “Los burócratas del amor” , que apuesta a “aforismos” como “si el amor fuera una droga, no acabaría, alcanzaría para todos”, o “si esta canción fuera narcótica, no acabaría, sería la música de todos”, en un nuevo abordaje de las estrategias amatorias.

MAQUINAS ROMANTICAS

“Negritas” tiene un arranque lento y maquinal, mientras Dárgelos juega su conocido tour de force de ponerse en la piel de diferentes personajes para llevar al oyente en un viaje percusivo, quizás el mayor acercamiento de Babasónicos al reggae en toda su carrera.

“Uso” muestra a los músicos cuidando la huerta del electro-rock, armando la banda de sonido de una fantasía sexual, mientras que su continuidad, “Humo”, tiene un comienzo guitarrero y una estructura rítmica progresiva para que el cantante se meta en la piel de un famoso que quiere “proteger su vida privada”.

En el tema, la balada rockera precede a arabescos propios de un Santana porteño, y se puebla de percusiones para engancharse con “Casi”. Escrita por el guitarrista Mariano Roger, sólo le dan vida su autor, Dárgelos y Diego Uma aportando algunos teclados contextuales.

“Uno dos tres”, por su parte, se abre con un juego entre la guitarra y los teclados para darle vestimenta musical a otra historia “sexy”, un triángulo de amor bizarro y sus consecuencias, mientras el baterista Panza trae del arcón de los recuerdos su vieja batería electrónica Roland.

“Paisano”, en cambio, lleva a Babasónicos a su pasado noventista, aquel en que citaba el rock de los ‘70 bastante antes de que muchos otros lo hicieran.

Bluseado, deja espacio para que se luzcan Diego Uma al comando de un piano eléctrico y Carca como corista de ultratumba. Y deja en claro que “el patrón” de la estancia pacta con el diablo y el trabajador a la vez para salir siempre ganador.

El final del disco es con la bonita balada “Celofán”, y el múltiple Dárgelos desnudando la forma en que el ego se derrumba en una relación apasionada: “quizás me falto aclarar que hasta ayer, fui invencible, sin embargo hoy tiemblo al viento, como un celofán”. Metáfora que, hoy por hoy, parece ajena a unos Babasónicos cada vez más consolidados en la primera línea del rock rioplatense.

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