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Opinión |TRASTIENDA POLITICA

Un nuevo gabinete, con fuerte eco en la interna

20 de Noviembre de 2013 | 00:00
Un nuevo gabinete, con fuerte eco en la interna

Por MARIANO PEREZ DE EULATE

Más allá de las declaraciones públicas de Daniel Scioli -en términos elogiosos- respecto a los recientes cambios en el gabinete nacional, esa movida que marcó el regreso a escena de la presidenta Cristina Kirchner tuvo algo de “mala noticia” para el Gobernador.

La designación de Jorge Capitanich como nuevo jefe de Gabinete supone la posibilidad cierta de que éste tenga el respaldo de la Casa Rosada para intentar explorar una aventura presidencial dentro de dos años, vistiendo los colores del oficialismo y del peronismo del sello. Lo mismo que quiere Scioli y para lo cual empezó a trabajar hace tiempo.

En pocos meses, Capitanich habrá nacionalizado su figura. Un requisito para soñarse Presidente que ya había cumplido Scioli hace años, antes de ser Gobernador. Y que también logró, ahora en la vereda opositora, el intendente de Tigre, Sergio Massa, justamente durante su paso por el gobierno nacional, donde ocupó primero la titularidad de Anses y luego el sillón que desde hoy pertenecerá al chaqueño.

UN DATO REPETIDO

Como todo el mundillo político, el sciolismo venía manejando hace tiempo, desde la derrota electoral de octubre pasado, el dato de que Cristina metería modificaciones en el elenco ministerial. Incluso la idea de encumbrar a algún gobernador era una “fija”, como un gesto de la Presidenta a la interna del peronismo federal. En verdad fue el único cambio real en el esquema de gobierno porque el resto de los nombres anunciados el lunes fueron sólo rotaciones.

Además de Capitanich, el mandatario de Entre Ríos, Sergio Urribarri, figuraba en la grilla de candidatos a desembarcar en el gabinete. Fueron los dos únicos gobernadores que pudieron regalarle un triunfo en serio, contundente, a la Jefa de Estado en sus respectivas provincias.

El entrerriano, con menos prédica entre sus pares de la que tiene el chaqueño, probablemente hubiera sido de mayor agrado para el cristinismo rabioso, ése sector del oficialismo que, por ejemplo, aplaude la designación de Axel Kicillof como ministro de Economía y hubiera celebrado la continuidad del ahora renunciado súper-secretario de Comercio, Guillermo Moreno, pero que no tiene “votos propios”, pocos o muchos, como sí tienen los gobernadores.

Todo parece indicar que Capitanich será un jefe de Gabinete con poder verdadero porque se espera que la Presidenta delegue en él muchas más funciones y tareas de gestión de las que manejaba el saliente Juan Manuel Abal Medina, deslucido casi hasta el anonimato a pesar de su alto cargo. Abal Medina aparentemente tendrá una salida elegante hacia la embajada argentina en Chile.

El chaqueño dejará de ser así un par del resto de los mandatarios peronistas para pasar a ser, digamos, un superior. Algo más incluso que un “primus inter pares”, éste último un papel que había imaginado Scioli para sí mismo en el proyecto de su candidatura presidencial debido a su altísimo nivel de conocimiento nacional y por la enormidad de la provincia que gobierna. Capitanich tiene además un bagaje político que se le respeta en el PJ y bastante solidez en la cuestión económica.

Lo dicho: se empezará hablar de Capitanich como el delfín de la Presidenta para dentro de dos años, como el nombre de alguien joven y con experiencia de gestión que puede proponer la Rosada a modo de continuidad del actual proyecto. Con eso deberá lidiar el bonaerense en los próximos meses, abocado como estará a la tarea de inyectarle vitalidad a un Partido Justicialista nacional que el kirchnerismo se encargó de hacer dormitar durante la última década.

VOLCADO AL PJ

Scioli, en efecto, aparece volcado de lleno al peronismo. Por un lado, en su calidad de presidente del PJ nacional, con su intento de liderar la liga de gobernadores que, de a poco, parece querer sacarle la pátina K al partido para reenfocarlo en sus orígenes doctrinarios.

Por otro lado, respaldando la táctica que llevaron adelante los intendentes del Conurbano para quedarse con la conducción del justicialismo bonaerense, en un proceso de elección de autoridades que debería concluir en diciembre y que, teóricamente, mostrará una disminución de presencias de dirigentes que suelen invocar, como pergamino para sentarse en esa mesa, el supuesto deseo del hijo presidencial. Se huele ahí un conato de cierta rebeldía de los jefes comunales hacia la historia de imposiciones que suelen lloverles de Balcarce 50.

A los intendentes, Scioli acaba de sacarles el gesto de respaldar el proyecto de presupuesto provincial 2014 y el pedido para tomar nueva deuda por más de 14 mil millones de pesos que hizo su gobierno. Este último punto es duramente cuestionado por el massismo en la Legislatura. Junto con un acuerdo cerrado con parte del radicalismo, el gobernador puede mostrar así que no está sólo en esa aventura y que, en todo caso, los que terminan en soledad son los del Frente Renovador.

Algunas voces en el sciolismo, esas que prefieren el anonimato, piensan que el Gobernador, más que centrarse en el armado del peronismo nacional, debió haber optado por postularse a conducir el PJ bonaerense como forma de blindaje político, cargo para el que finalmente respaldó al intendente de La Matanza, Fernando Espinoza.

Se dijo que esa jugada no se dio porque Scioli no está afiliado al partido. O que en realidad sí estaba afiliado pero algún iluminado hizo desaparecer toda la documentación de los afiliados del hostil PJ Tigre, que es el distrito por el que se anotó Scioli porque vive en esa zona. En verdad, el Gobernador aparece en el padrón de los habilitados para votar en esta interna, que se puede consultar por internet.

En todo caso, las razones por las que prefiere hacer valer su condición de titular del peronismo nacional habrá que buscarlas en otro lado. Tal vez porque prevé que puede ser “su” lugar de resistencia contra un cristinismo que nunca digerirá su candidatura presidencial y que, por eso mismo, no se la va a hacer fácil en los próximos dos años.

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