Las familias siguen con el esfuerzo de reconstruir sus casas

LA CASA EN LA CALLE.- ALICIA BUSTOS E IVÁN GÓMEZ TRATAN DE RECUPERAR SUS PERTENENCIAS. APROVECHANDO EL SOL DE AYER, SACARON A LA VEREDA DE 25 ENTRE 64 Y 65 DESDE LA COMPUTADORA HASTA EL COLCHÓN. TODAVÍA NO SABEN SI LA HELADERA FUNCIONA

Por ALEJANDRO SALAMONE

“La heladera ya funciona, por suerte la enchufamos y anduvo. Familiares y amigos se llevaron la ropa para lavar y nos las devuelve limpia y así de a poco la ponemos en condiciones aunque es difícil sacarles el olor; tiramos muchos muebles de madera que teníamos de toda la vida porque las puertas se hincharon con el agua y quedaron atascadas igual que los cajones. A pesar de todo, la casa que habíamos pintado y cambiado los pisos hace poco con muchísimo esfuerzo, va tomando forma. La mesa aguantó y las sillas también. Un sobrino ‘de oro’ me trajo un colchón nuevo, a paso lento vamos saliendo, y la ayuda que nos dan es fundamental porque nos mantiene fuertes, emocionados y con el pecho inflado para seguir adelante”. A sus 79 años Teresa Diotto de Bolo no pensó jamás que iba a tener que refugiarse en el primer piso de una obra abandonada porque el agua se había devorado casi toda su casa de calle 531 entre 18 y 19. Ahora junto a esposo jubilado, Ricardo Bolo, y uno de sus hijos busca la reconstrucción de su vivienda, de su hogar, es “muy duro”, dice, pero con la ayuda de su familia y amigos lo están logrando.

En medio de un trabajo titánico y, en casos, artesanal para recuperar cada mueble, cada vajilla, libros históricos y antigüedades muy valiosas como un proyector de cine “Super 8” que al final tuvo que tirar, Teresa se lamenta por una colección de fotos familiares en blanco y negro: “la mayoría se borró, algunas quedaron con las imágenes por la mitad y otras, las menos, se salvaron”, dijo la vecina de Tolosa, cuyo hogar quedó bajo el agua pero también se empapó de solidaridad.

Una colección de discos viejos, algunos de pasta, fueron prolijamente recuperados por su sobrina Marcela y su otra hija María Laura, mientras que todavía están esperando que se sequen las cortinas, algunas frazadas y sábanas que en principio quedaron “a la miseria” pero que sin embargo con paciencia se van recuperando.

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En la casa de 25 entre 64 y 65 todavía está la marca en la pared que dejó el agua y que superaba en altura a Alicia Bustos, quien junto a su marido jubilado y chofer de taxi Iván Gómez, agradecen al cielo la presencia del sol que ayuda a secar en la vereda todo lo que la inundación tapó. “Todavía no nos animamos a enchufar la heladera porque se cayó en medio del agua, nos dijeron que convenía esperar un poco más hasta que se seque bien, así que no sabemos si va a arrancar. Seguimos sin lavarropas, la mayoría de los muebles como el aparador, las sillas, la mesa y los sillones los mantenemos porque simplemente los necesitamos como hayan quedado, hasta que podamos cambiarlos. La ropa nos ayudan a lavarla, la gente es muy solidaria y sin ayuda no se puede salir”, expresaron.

Alicia está preocupada porque ambos estaban realizándose distintos estudios médicos y perdieron todos los papeles para avanzar con eso, pero además desapareció documentación importante de la casa y el balance todavía está abierto en lo que tiene que ver con documentos.

Iván contó que “estamos en una etapa de nuestras vidas donde nuestros tres hijos ya se independizaron, habíamos puesto nuestra casa bien linda, para disfrutar juntos. El olor a humedad, la marca que quedaron en las paredes, las cosas arruinadas... es empezar de nuevo, no queda otra”, expresó.

En este barrio sumamente afectado por el temporal todavía la ayuda oficial no llegó: “la verdad es que no han pasado preguntando qué necesitamos, salvo, claro, familiares y amigos. Pero la verdad es que no tenemos demasiado tiempo en andar pensando en eso, es que tratamos de salvar lo que más se pueda y la tarea nos llevará varios días, después veremos”, concluyó Iván.

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“Estoy en el horno”, sostuvo con lágrimas en sus ojos la modista Rosaura Baduña, de 63 años, que sacó toda la tienda de ropa a la vereda para esperar que con la ayuda del sol se seque bien y ver después, más tranquila, qué sirve y qué no.

Rosaura vive en una de las zonas que peor la pasó: 529 entre 9 y 10 de Tolosa: “los muebles se están secando pero la madera se hinchó mucho, creo que ya no sirve - señaló -; a la heladera la fuerza del oleaje le arrancó la puerta y la mesa quedó también destruida”.

Sin embargo, lo que más le duele a Rosaura es todo lo que tiene que ver con su trabajo, su sustento, ya que vive sola: “ las máquinas que uso para coser y hacer otros trabajos me las arruinó el agua al igual que toda la ropa que tenía para arreglar más la que uso todos los días. Sinceramente no sé qué voy a hacer. Esto me dejó patas para arriba y como mucha gente voy a necesitar ayuda para salir adelante”.

En la vereda de su casa todavía húmeda, Rosaura acomodó los percheros como pudo, al sol, y colgó las prendas que tenía para intentar salir de una situación difícil. “Esto es muy importante para mí, es todo, es mi vida, mi trabajo, pero en el momento que venía toda el agua no me quedó otra que salir y un vecino me ayudó a llegar a la avenida 38 donde tengo gente amiga que me auxilió. Caminar todo ese tramo fue realmente de terror, en medio de la oscuridad y con el agua que nos pasaba la cintura. Por eso lo material pierde relevancia, y es lo único que me deja tranquila, todavía estoy con vida, me salvé de milagro”, manifestó la vecina de Tolosa

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Guadalupe Iza y Gisella Lillo, de 24 y 27 años, respectivamente, son dos estudiantes universitarias de Comunicación Social y Medicina. Alquilan una casa en 25 entre 64 y 65 y la inundación, como a miles de vecinos de la Ciudad, les arruinó casi todo.

Ayer se encontraban en la vereda con guantes de goma en manos limpiando los muebles, las sillas, las mesas y la ropa, entre tantas otras cosas.

“Ya tiramos muchas cosas irrecuperables, como por ejemplo los colchones; un modular directamente se pudrió y se nos fueron muchos recuerdos, de valor simbólico, emotivo. La verdad estamos re bajoneadas”, expresaron las dos chicas que tratan de reacomodar la casa donde viven para poder seguir.

Pero hay algo que llamaba mucho la atención en esa vereda repleta de estantes y cajones de madera, electrodomésticos y ropa, y eran los libros que usaban las estudiantes para la facultad.

“Los abrimos y los dejamos al sol, pero las hojas de papel quedaron a la miseria, arruinadas por el agua. No conocemos ninguna técnica para dejarlos en perfectas condiciones, aunque creemos que con mucha paciencia podemos recuperarlos, y eso esperamos porque sería muy difícil para nosotras volver a comprarlos”, coincidieron las dos amigas que viven en la avenida 25 casi 64.