Amores panfleteados

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

afcastab@gmail.com

Por amor a su esposa, un joven platense decidió empapelar la Ciudad con la frase “quiero amarte para siempre... amándote mucho todos los días de nuestra vida”.

Gracias a su gesto, los muros ciudadanos, tan hoscos y pendencieros, acabaron dando un salto a favor del cariño. El romanticismo hace tiempo que no encuentra buen lugar en esta actualidad enojada y rencorosa. Los novios ya no compran flores sino candados. El amor se guarece como puede de las inclemencias de una época donde la poesía apenas subsiste en los mensajes de texto. Pero bueno, cada tanto, hace su aparición algún enamorado para desafiar la intemperancia que derraman los aerosoles. No es el único enamorado, claro, pero este dichoso imparable ha salido a documentar por media Ciudad lo que siente por su esposa y por su historia. Y lanzó una volanteada para “dejar claro que el amor puro, fiel, real y sobre todo duradero, existe”.

Cada uno sabrá si existe o no. Pero lo que vale, sin entrar en detalles, es el haberse animado a panfletear un sentimiento que crece mejor paredes adentro. Ezequiel ha dicho que lo hace para ver si logra contagiar a otros novios. En un año de campaña, esta militancia a favor del ímpetu amoroso es casi un programa de acción. La gente suele desconfiar de los que difunden sus metejones en voz alta. Pero Ezequiel aclaró que su mensaje no es una disculpa, que es un sentimiento que lleva muy adentro y que por alguna razón esta vez tuvo necesidad de hacerlo público.

Se trata de Ezequiel Cingolani -28- y la destinataria de la muestra de amor es María Luján, su pareja desde hace 13 años y madre de sus hijos: Sofía, 10; Santiago, 9, y Tomás, 7. Y si unos saca cuentas, esta historia tan empapelada empezó muy atrás, en la época de los cuadernos. La pareja vive en el bario Gambier desde los 15 años, pero se conoce desde mucho antes. “De pequeños íbamos a la iglesia San Miguel y compartíamos un grupo, además yo era amigo del hermano”. Ezequiel fue a vivir a la casa de ella. Y al poco tiempo, la visita ganó el corazón de María Luján, el hermano de a poco se fue haciendo cuñado y tras el amor llegaron los hijos. Hoy Ezequiel es el feliz vocero de este amor apurado que los hizo padres cuando recién terminaban de ser amigos.

Aunque se abstuvo de dar lecciones de durabilidad matrimonial, Ezequiel se animó sugerir que las parejas no se deben contentar con “tenerse” porque eso limita el vínculo al plano de las posesiones. Su idea es que la pasión es el motor que le da arranque a la historia, pero explica que después hay que sumarle otros ingredientes a la convivencia. ¿Su receta? Apostar a un “incondicional compañerismo” para poder sobrevivir a las inevitables desavenencias.

Y va más allá al insinuar que el amor exige, más allá del flechazo, un protagonista paciente y tesonero: “Uno no puede jurar amor eterno, pero si tener la intención y trabajar cada día para que eso ocurra”, aseguró el joven que aspira a que su pegatina pueda inspirar a otras parejas.

La receta de Ezequiel tiene los mismos ingredientes que dan las parejas veteranas a la hora de festejar bodas de oro matrimoniales: “compañerismo”, que en su mejor versión, alude a comprensión y tolerancia. Debe ser así. Porque lo dicen los que empezaron temprano y los que se demoraron tanto.

No es la primera vez que se usa la vía pública para darle un empujón a la pareja. Lo novedoso es que Ezequiel apeló a mil copias para difundir y multiplicar los alcances de un vínculo que empezó pronto y al que los años lo fueron apuntalando. La confesión de este esposo querendón logró hacerse de un lugarcito en estos muros donde la intolerancia, el mal gusto y las amenazas se van quedando con todos los ladrillos.

El romántico de Gambier apuesta a la eterna reelección, como quisiera más de uno. Alentado por las muchas pujas reformistas de estos días, Ezequiel se decidió y lanzó su modelo: cargar contra los amores lavados y blanquear todo su capital amoroso.