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Policiales |LO INDAGARON POR EL FATAL ACCIDENTE EN LA PANAMERICANA

El hijo del periodista Aliverti culpó al ciclista fallecido por la tragedia

En un escrito remarcó que no se puede andar en bicicleta por la autovía y contó que no frenó antes por un “shock emocional”

3 de Mayo de 2013 | 00:00
CATALINA, ESPOSA DEL VIGILADOR ATROPELLADO EN LA PANAMERICANA
CATALINA, ESPOSA DEL VIGILADOR ATROPELLADO EN LA PANAMERICANA

El locutor Pablo García, quien protagonizó un trágico accidente en la Panamericana, declaró ayer en la causa que le imputa la muerte del vigilador Reinaldo Rodas.

Según fuentes judiciales, el hijo del periodista Eduardo Alverti cumplió con esa diligencia a través de un escrito, en el que responsabilizó a la víctima por el hecho, al entender que no debió estar circulando en bicicleta por la autopista, explicó que no se detuvo, porque entró en “estado de shock”, y pidió su sobreseimiento.

García, cabe destacar, declaró por primera vez en la causa, al ser indagado por la fiscal María Inés Domínguez en las fiscalías de Pilar, donde se registraron huevazos, insultos, algunas corridas y un operativo de seguridad policial, ya que familiares y amigos de la víctima intentaron “escrachar” al imputado.

Fuentes judiciales informaron que la fiscal Domínguez indagó a García con una acusación alternativa que incluye la imputación inicial por “homicidio culposo agravado” -sin intención y con una pena de 2 a 5 años de cárcel-, pero también otra más grave por “homicidio simple con dolo eventual”, que se castiga de 8 a 25 años de prisión.

En el escrito del imputado, García pide su sobreseimiento al señalar que “si el señor Rodas no hubiera circulado por la autopista, como lo prohíbe la ley, sin dudas no se hubiese producido el fatídico desenlace”.

El imputado cuenta que el hecho se produjo cuando el 17 de febrero, a las 06.00, iba solo conduciendo su Peugeot 504 y estaba ingresando al ramal Pilar de la autopista Panamericana, mano a Capital Federal, en su cruce con la ruta 25, “a una velocidad realmente baja”.

“Alcancé a divisar una figura oscura, que se me venía encima. Accioné los frenos, pero resultó imposible evitar la colisión”, relata García en la primera de las páginas de su declaración.

Al describir el momento en el que el vigilador -quien se dirigía a su trabajo en el country “Mapuche”, se incrustó dentro de su auto, el imputado explica que “estalló el parabrisas”, que recibió “un duro golpe en la zona del pecho” y que los vidrios le provocaron “cortaduras en el rostro y en los brazos”.

“Advertí en dicha oportunidad que la figura que había ingresado al habitáculo del coche era una persona, la que quedó colocada con la cabeza hacia la zona de los pies del acompañante (debajo de la guantera), el torso sobre la palanca de cambios y parcialmente sobre mi cuerpo, así como los pies quedaron a la altura del volante”, señala García.

“En ese momento sufrí una modificación de mi estado de ánimo, que luego me explicaron que se denomina `estado de shock`”, indica García al empezar a explicar en el escrito por qué no se detuvo y continuó manejando con el accidentado a su lado.

“Tuve terror de terminar participando en un choque en cadena. Así como el señor Rodas me apareció de la nada, temí detenerme de golpe y ser embestido por otro rodado”, señaló.

“No puedo asegurar que el hecho de haber recorrido diecisiete kilómetros hasta el peaje haya sido fruto de mi estado de shock o de un segundo de lucidez pese a la traumática situación”, remarca.

“Al llegar a la estación de peaje, le pedí ayuda a la señorita de la cabina”, señala García aunque sin precisar cuál fue el diálogo con la empleada, quien, al declarar como testigo, señaló que el locutor sólo le dijo “traigo un atropellado”.

Para explicar por qué tardó 21 minutos en descender del auto donde estuvo sentado al lado del cadáver de Rodas -como se ve en el video del peaje-, García contó que se quedó allí “hasta que personal policial” le “permitió bajar”.

NO SE ACUERDA DE NADA

Por último, el hijo del periodista Eduardo Aliverti señala que no descarta que lo hayan sedado, porque no recuerda nada de “lo que sucedió después”: ni cómo llegó al hospital, ni que estuvo “atado a una camilla”, ni que le hayan hecho “soplar el alcoholímetro”, lo que le dio 1,45 gramos de alcohol en sangre -casi el triple del dosaje máximo permitido-, según las constancias de la causa.

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