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Opinión |LA PROVINCIA

Entrecruce de las peores sospechas

2 de Junio de 2013 | 00:00
EL GOBERNADOR AYER, EN TANDIL, EN UNA INAUGURACIÓN DE VIVIENDAS. A DOS DÍAS DE LOS DUROS REPROCHES DE LA PRESIDENCIA, RATIFICANDO QUE NO “ROMPERÁ” CON EL GOBIERNO NACIONAL
EL GOBERNADOR AYER, EN TANDIL, EN UNA INAUGURACIÓN DE VIVIENDAS. A DOS DÍAS DE LOS DUROS REPROCHES DE LA PRESIDENCIA, RATIFICANDO QUE NO “ROMPERÁ” CON EL GOBIERNO NACIONAL

Por MARISA ALVAREZ

Puede ser que la Presidenta le haya dedicado a más de uno su furibundo reproche de que no la defienden y de que se tiene que hacer cargo de cuestiones que son responsabilidad de otros (un concepto sobre el que viene machacando en las últimas semanas). Quedó clarísimo que hablaba de las denuncias que, con eje en empresarios K, la vinculan a ella y a Néstor Kirchner con presuntos hechos de corrupción. Y ciertamente ni sus ministros ni la mayoría de los gobernadores e intendentes del oficialismo han salido a rechazar esas acusaciones. Pero no hay resquicio para dudar de que la embestida también -y fundamentalmente- incluyó a Daniel Scioli que, visiblemente tenso, la escuchaba a dos metros de distancia.

De hecho, Cristina Kirchner arrancó el encendido discurso de la discordia -el jueves, en el sur del Conurbano- con críticas directas a la gestión del Gobernador en materia de Seguridad. Ya sobre esa cuestión le reprochó que los intendentes tuvieran que recibir reclamos ciudadanos y “hacerse cargo” de una problemática que es “responsabilidad” de la administración provincial. O sea, de Scioli. Y, sin escala, pasó a otro ejemplo de cosas por las que ella tuvo que “poner la cara” porque los que son responsables “se borran”, según la taxativa expresión de la propia Cristina: la trágica inundación de La Plata. De la capital bonaerense, donde murieron decenas de personas a pocas cuadras de la Gobernación. Creer, por lo tanto, que no hablaba de Scioli es creer en las hadas.

EL LENGUAJE DE LA BRONCA

Y de allí, otra vez sin escalas, la Presidenta pasó a descargar los peores golpes sobre quienes “quieren tener un millón de amigos”; los que “miran para otro lado”, “no ponen la cara” y “dicen que todo es lindo y está todo bien”; los que no la defienden de “las cosas que se dicen” de ella y de su fallecido esposo, y sobre quienes los medios “nunca dicen nada (malo)”; los que, según resumió, “se hacen los idiotas” o la toman a ella “por idiota”. Una andanada que cerró con una advertencia: “no crean que soy estúpida”.

POR QUE Y PARA QUE

Seguramente por reiterada a lo largo de la compleja relación entre los Kirchner y Scioli, la embestida en sí misma no sorprendió. Pero la dureza conceptual y formal de la descarga, el vocabulario y el tono utilizados, en definitiva, el lenguaje de la furia que la Presidenta utilizó, generaron dos interrogantes centrales: por qué y para qué Cristina volvió a poner en la escena pública semejante nivel de diferencias y broncas con el gobernador del distrito donde se definirá el resultado de las elecciones de este año y, por lo tanto, donde el oficialismo comenzará a jugarse ya el 2015.

El listado de los “porqué” que admiten en el núcleo duro del kirchnerismo remite a una acumulación de graves desconfianzas y peores sospechas sobre el accionar y las intencionalidades institucionales y políticas de Scioli.

En un contexto signado por serias dificultades de índole nacional -la inflación, el dólar que se escapa, las denuncias de corrupción, el rechazo de parte de la ciudadanía a las últimas decisiones como la reforma de la Justicia y el blanqueo-, la Casa Rosada vuelve a asumir, como siempre que se acercan las elecciones, que la inseguridad es la primera y dramática demanda de la sociedad bonaerense. Una drama por el que la ciudadanía hace responsables -lo dicen las encuestas- a la Presidenta, al Gobernador y, como dijo Cristina, inclusive a los intendentes. Y en ese punto -como en otros- la Presidenta se muestra convencida de que el Gobernador no sólo no hace lo suficiente para dejar en claro que ese problema es su exclusiva responsabilidad sino que alentaría de alguna forma el reparto de culpas.

Pero además, las elecciones se acercan y la Casa Rosada mira con creciente preocupación el conflicto docente desatado en la Provincia, que tiene a 4,5 millones de chicos sin clases y parece encerrado en un laberinto sin salida. Y también en ese sensible problema el gobierno nacional cree ver un intento de la Gobernación de tratar de poner la responsabilidad de la solución -el financiamiento de un aumento salarial mayor al que ofrece la Provincia- en manos de la Casa Rosada.

Sectores del kirchnerismo sostienen que esas “actitudes” tendientes a desgastar al gobierno nacional se completarían con una jugada política. Sospechan, concretamente, que las públicas simpatías de Francisco De Narváez hacia el Gobernador se traducirían en un acuerdo que le permitiría a Scioli poner candidatos propios en las listas del peronismo opositor, mientras formalmente se mantiene en el esquema del Frente para la Victoria.

En ese marco, la embestida en público de Cristina tendría el objetivo de “desenmascarar” a Scioli para forzarlo a abandonar las ambigüedades que le adjudican y a ejercer una defensa total del gobierno nacional y de la figura de la Presidenta durante el proceso de campaña virtualmente en marcha... O a definir ya una ruptura, si está dispuesto a enfrentar al kirchnerismo en busca de su candidatura presidencial del 2015.

TEMORES BONAERENSES

Pero no son menos graves las desconfianzas y las sospechas que anidan en la otra vereda. En la Gobernación se ha consolidado la convicción de que el conflicto docente está fogoneado por el ultrakirchnerismo, más precisamente a través del titular del Afsca, Martín Sabbatella, que lidera el grupo político al que adscribe el sindicalista Roberto Baradel. Creen que, puntualmente, desde allí se trabaja para que no se alcance un acuerdo.

La situación, por lo pronto, se está tornando insostenible. Los maestros ya acumulan 12 días de paro y la persistencia de días de clases perdidos, combinada con las dificultades de funcionamiento que provoca en millones de familias que los chicos no vayan a la escuela, desembocaría rápidamente en un delicado problema social. ¿Están buscando generar las condiciones para una intervención federal a la Provincia?, se preguntan en algunos despachos bonaerenses, donde empiezan a temer que el objetivo del ultrakirchnerismo sea desalojar a Scioli de la Gobernación este año.

La sospecha del desalojo adquiere también otro formato. Todo indica que el kirchnerismo llevará a varios intendentes en sus listas de candidatos al Congreso, algunos como “testimoniales”, pero otros para asumir en las bancas. Y el temor de que se le pida a Scioli que cumpla ese rol -que, como testimonial, ya cubrió en 2009, en la derrotada lista que encabezó Néstor Kirchner- volvió a instalarse en La Plata en los últimos días.

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