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Revista Domingo |INFORMACION GENERAL

El nombre propio

28 de Julio de 2013 | 00:00
El nombre propio

Por LIZ SPETT

lizspett@gmail.com

La autora de Harry Potter, J. K. Rowling escribió una novela bajo el seudónimo Robert Galbraith. “Fue una experiencia liberadora, sin la presión de saberse observada” aseguró. El libro “El llamado del cuco”, tuvo un éxito relativo muy alejado de aquel que la llevó a la fama.

Esta estrategia demuestra al menos dos cosas. La primera: muchas veces el éxito de un libro depende de los laureles ya consagrados por la crítica y el público. Ahora, que se conoce a su autor, el libro ha disparado su venta en un 500 %. La otra cuestión significativa es la del nombre que involucra al apellido también.

Cortázar afirma en el cuento “Cartas de mamá” que los nombres son los verdaderos fantasmas.

El psicoanálisis tiene toneladas que decir al respecto. Lo elemental: el nombre siempre remite a otro u otros que lo eligieron. En el nombre propio, de cada uno, no se está solo. Todos recibimos un nombre debido a algo. Para hacer honor a una tía, a una abuela, a un país, a una moda y siguen los motivos conscientes o inconscientes por el cual nos denominaron de este modo.

¿Qué querrá decir Cortázar con “verdaderos fantasmas? Desde el psicoanálisis el concepto de fantasma se encuentra bien delimitado. Lacan lo precisó en el seminario de 1966. “Carta de mamá” fue escrito en 1959. En la lengua hablada los fantasmas “son espíritus de seres muertos que se manifiestan entre los vivos de forma perceptiva”, dice uno de mis diccionarios. En el cuento, Luis recibe una carta de su madre quien nombra a Nico, hermano muerto del primero, como vivo. Nico muerto se pasea como vivo. Se ajusta perfectamente a la definición dada por el diccionario. Claro, se trata de literatura.

Yendo a un terreno tan virtual como un cuento, vuelvo a Facebook, que además de ser una red social es también un relato donde los nombres propios reales o inventados, no importa, tienen una fuerza sin precedentes. Nunca como en FCB el “otro” aparece bajo la forma de un nombre propio, pura letra escrita. Lo más convocante en esta red, casi tanto como aquello que se escribe, es quién lo escribe. Cuando alguien ya se ha hecho de un nombre, lo que escribe es menos importante que la fama que se ha echado.

No todos los libros, textos u ocurrencias de un autor o amigo facebookiano son siempre tan potentes como aquello que nos sorprendió y gustó la primera vez y seguimos su letra. Pero el nombre, como marca en el orillo, es el nombre.

Fíjense si será importante el nombre que la única densidad y entidad que tiene alguien en FCB es su nombre, que junto con la foto nos permiten llenar con nuestra imaginación el resto. Soy muy amiga virtual de gente que desconozco personalmente y seguramente nunca llegaré a conocer. Me sucedió de reconocer en una fila a un amigo facebookiano. Ni nos miramos y mucho menos nos hablamos. Y hasta me dijo: “Pase usted primero”.

¿Quiénes cambian su nombre? Usualmente los artistas del espectáculo, las manicuras y travestis, entre otros. En general todo aquel a quien su nombre no lo representa. Un caso curioso es el de Fernando Pessoa que escribía con más de veintitrés nombres distintos - Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro del Campo - y cada uno de ellos con una prosa, un ritmo y un paso narrativo diferentes.

Hay quienes padecen su nombre, quienes le rinden homenaje y lo defienden de cualquier agravio. En otras épocas, aunque no era del todo lícito dependiendo de la época, existía entre las clases altas una actividad tendiente a limpiar una mancha al buen nombre y honor. Era el duelo y la actividad el batirse a duelo. El último realizado en la Argentina según el Código de Honor fue en 1968. Luego se prohibió por ley.

El gran poeta ruso Pushkin consideró que un militar francés se tomaba demasiadas atribuciones con su mujer. Batió a duelo al galo y por supuesto encontró la muerte en este acto. Una tontería más de ciertos hombres enamorados.

En esta época paradójica de uniformidad donde todos hacen lo mismo aunque piensen que son “very different”, “very grossos” una diferenciación fuerte es la del nombre. Alguna vez los padres, encargados o tutores deberán dar cuenta del motivo de la transformación del instinto amoroso en agresivo y mala onda como para llamar a un hijo Atahualpa, Indio, Rufina, en fin, nombres que tienden a la máxima singularidad. Van a ser señalados como los nombres de una época en que se pretendió originalidad de parte de los mayores, sin pensar que sus hijos puedan vengarse algún día.

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