Jorge Omar Amiel

El fallecimiento del docente Jorge Omar Amiel provocó profundo pesar en distintos ámbitos de la Ciudad.

Había nacido en Berisso el 10 de octubre de 1948. Hijo de Manuela Juana Trefilio (ama de casa y excelente cocinera) y Hange José Amiel (recordado como el mejor panadero de la calle Nueva York, de Berisso), tuvo su infancia en las calles adoquinadas de la capital provincial de los inmigrantes junto a sus hermanos Beto y Pocho.

Los estudios primarios los realizó en la Escuela 9 de Berisso y la secundaria la llevó a cabo en la Escuela de Enseñanza Media 1, de esa ciudad.

El 20 de diciembre de 1973 obtuvo su primer titulo universitario: Ingeniero en Telecomunicaciones, en la facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata.

Luego, unos años más tarde, un 22 de diciembre de 2004, obtuvo su segundo título: licenciado en Matemáticas, en la facultad de Exactas, también de la Universidad Nacional de La Plata.

Fue padre de cuatro hijas (Virginia, Jéssica, Dalila y Tamara) y tuvo cinco nietos (Ivan, Celina, Alina, Genaro y Nazareno). La familia se amplió aún más, cuando llegó la bisnieta Fiorella.

Reconocido hincha de Gimnasia, lo seguí a a todas partes con particular pasión. Quienes lo conocieron aseguran que tras cada partido le quedaba apenas un hilo de voz de tanto grito que dejaba en los 90 minutos en los que veía a la camiseta de sus amores.

También estaba muy orgulloso de su Renault 9, que lo llevó a múltiples destinos y lo cuidaba muchísimo.

En el ámbito laboral, se destacó como profesor en las facultades de Ciencias Exactas, Informática e Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata, y en los colegios Media 32 de La Plata, el Normal 1, la Media 8 y la Media 1 de Berisso.

Inteligente, estudioso, sencillo, humilde, divertido y siempre de buen humor, fueron sus principales rasgos, que lo llevaron a cosechar numerosos afectos y reconocimientos entre sus colegas y alumnos.

Sobresale en su faz gremial su intensa lucha por los derechos universitarios, tanto suyos como de sus compañeros.

También se rescata su buena mano para la cocina, fundamentalmente en las especialidades árabes.

Su pasión por la docencia lo llevaba en muchas oportunidades a alzar la voz para remarcar diversos conceptos, pero nunca para llamar la atención de sus alumnos, quienes lo recuerdan como un docente que siempre buscó hacer fácil y didácticos los conceptos más complejos de cada materia que dio. También buscaba la palabra adecuada para sus receptores, en una forma de entender la docencia como una transmisión de conocimientos valederos, que permitan ser aplicados con solvencia a la hora de la práctica.

Entre sus hobbies se incluyen sus asiduas visitas al bingo y su fanátismo con los números. como todo matemático.