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Policiales |EL TERCER CASO PARECIDO EN MENOS DE UNA SEMANA

Maniataron a jubilados, amenazaron con mutilarlos y les vaciaron el departamento

Esta vez ocurrió en 2, 44 y 45. Eran cuatro. Y contactaron al matrimonio diciendo que eran de la Anses

26 de Enero de 2014 | 00:00
LOS DELINCUENTES SE PRESENTARON COMO EMPLEADOS DEL CORREO QUE IBAN A LLEVAR UNA TARJETA. ANTES, SE CONTACTARON DICIENDO QUE ERAN DE ANSES Y ALGUIEN LES ABRIÓ PUERTA DE ESTE EDIFICIO
LOS DELINCUENTES SE PRESENTARON COMO EMPLEADOS DEL CORREO QUE IBAN A LLEVAR UNA TARJETA. ANTES, SE CONTACTARON DICIENDO QUE ERAN DE ANSES Y ALGUIEN LES ABRIÓ PUERTA DE ESTE EDIFICIO

Susana (72) y José (79) viven en el mismo departamento desde 1977. Están a punto de cumplir 50 años de casados y jamás imaginaron que en ese hogar que construyeron juntos iban a padecer la experiencia más traumática y que cuatro perfectos desconocidos iban a arrebatarles las alianzas que no se quitaron de sus dedos en las últimas cinco décadas.

Los ataron. Los amenazaron con mutilarlos (con representación gestual y todo) y hasta le advirtieron a Susana que se llevarían a José secuestrado porque en el departamento no había tanta plata como esperaban. La pesadilla duró más de una hora.

Un dato a tener en cuenta es que algo muy parecido les pasó un rato después a otra pareja, a muy pocas cuadras y ése fue el tercer caso de similares características en menos de una semana en la Ciudad (ver aparte).

Según contó Susana a este diario, a condición de mantener su apellido en reserva, todo empezó a las 11 de la mañana del viernes, cuando recibió un llamado a su domicilio en un edificio de 2 entre 44 y 45. Atendió. Del otro lado escuchó la voz de un hombre que se identificó como un empleado de la Anses anunciándole que era la beneficiaria de una tarjeta Argenta.

“Le dije que no quería ninguna, pero me respondió que ya estaba emitida y me llegaría por Correo Argentino. Cuando corté le comenté a mi marido que me molestaba que una tarjeta con mis datos anduviera dando vueltas por ahí. Que iba a recibirla para quemarla”, relató la mujer.

A las 13.15 sonó el portero. Era un hombre que se presentó como empleado del Correo y accedió a que fuera el marido de Susana a recibir “un sobre”. Pero bastó que José tocara el picaporte de su departamento, para que “entraran en tropel. Vi a mi marido cayendo de espaldas debajo de la mesa, con un hombre encima que lo agarraba del cuello”, recordó Susana, con voz angustiada. Eran cuatro, jóvenes, bien vestidos y sin armas.

“Yo les hablé todo el tiempo. Les pedí que no nos hicieran daño, que acá no teníamos plata, pero que podíamos ir a un cajero”, detalló la víctima. Los intrusos exigieron todo el tiempo “la plata grande”.

El matrimonio terminó atado en un sillón, de pies y manos, con las corbatas de José y las chalinas de Susana.

Ella recordó que “pusieron la música fuerte para que nadie escuchara los gritos y amenazaron con amordazarlos. Esa no fue la peor advertencia. “El más violento andaba con un cuchillo tramontina y nos mostraba cómo iba a serrucharle el dedo a mi marido. También dijo que iba a cortarnos la lengua”, agregó la jubilada, aunque la amenaza más inquietante fue la que lanzaron después de revolver toda la casa y encontrar 5000 pesos y 200 euros.

“Me dijeron que preparara los remedios de mi esposo porque se lo llevaban secuestrado. Que en dos días iba a tener noticias suyas. Cuando le rogué que fuéramos al banco, el que lideraba le dijo al resto: ‘Acá no hay más plata, vamos’”, reveló Susana. Y se fueron, llevándose el efectivo, las alahajas, cuatro facones (tres de oro y plata), artículos del hogar y dejando los ambientes totalmente revueltos.

“Sacaron hasta las tapas de los termos”, recordó la jubilada, haciendo hincapié en que “eran profesionales que saben dónde guarda el dinero la gente”.

A las víctimas las desataron del sillón y las ataron a unas sillas, con otras prendas de la mujer. Y le dieron a José las instrucciones para liberarse, “media hora después de que se fueran”. Para eso le dejaron a mano un cuchillo tramontina, pero se llevaron las llaves.

“Me gustaría que los vecinos de los edificios tomaran conciencia de que la puerta de calle es la puerta de la casa, porque una vez que abrís la del departamento ya no podés hacer nada”, concluyó Susana.

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