Las familias ensambladas y el desafío de comenzar de nuevo

MARIANA GARRONE (33), MANUEL RODRÍGUEZ (27), CAMILA (15), DANTE (13) Y LEÓN (OCHO MESES)

Casarse o juntarse, convertirse en padres, divorciarse y volver a juntarse es cada vez más habitual. De estas nuevas uniones suelen nacer hijos y los que cada uno traía deben unirse en familia. El ya clásico “los tuyos, los míos, los nuestros” se reproduce en la sociedad. Y aunque el tabú fue erradicado hace rato, todavía persisten los miedos y la incertidumbre de los desafíos que implica este tipo de familia.

Uno de los primeros modelos de ensamble que se popularizó viene de la literatura infantil y presenta un panorama bastante desalentador: la pobre Cenicienta, siempre andrajosa y fregando pisos, sometida a la crueldad de su madrastra y hermanastras. Quizá los cuentos - en parte - sean los responsables de imprimir sobre los términos que designan a los “nuevos” miembros de la familia una carga peyorativa.

Pero a la mayoría de los niños de estos tiempos ya no los asusta la idea de estos parentescos y hasta pueden aceptar con naturalidad las nuevas uniones de sus padres y a sus nuevos hermanos, cuando hay. Sin embargo, los ensambles no suelen resultar sencillos de abordar. También para la pareja despierta temores y muchas veces incertidumbre sobre la mejor manera de actuar.

A diferencia del modelo tradicional de familia que tiene pautas establecidas y se vuelve más fácil saber qué esperar de cada miembro, en las nuevas estructuras familiares todo debe pactarse

“Si bien la familia tradicional de nuestra cultura se ha modificado significativamente y hay mayor aceptación social de diversas configuraciones familiares, aquel modelo socialmente idealizado genera, con frecuencia, obstáculos en la aceptación y en el funcionamiento de otras organizaciones familiares de nuestro tiempo”, afirma María Teresa Specken, psicoanalista vincular (ex Jefa de Trabajos Prácticos - UNLP).

Para la especialista, una de las dificultades que se presenta en los ensambles se relaciona con la ausencia de una variedad de “modelos” que sirvan de referencia. Por lo que cada familia debe ingeniárselas. “Requiere de la creatividad de sus miembros para armar nuevos lugares y nuevos vínculos. Y para promover redes de parentesco ensamblados, que implican una diversidad de vinculaciones no biológicas y que no tienen designaciones en el sistema de parentesco tradicional”, dice Specken.

En este sentido, la psicóloga Beatriz Goldberg (autora del libro “Tuyos, míos, nuestros”) plantea que a diferencia del modelo tradicional de familia que tiene pautas establecidas y se vuelve más fácil saber qué esperar de cada miembro, en las nuevas estructuras familiares todo debe pactarse y son mucho más numerosos los aspectos que se deben conciliar.

Mariana Garrone (33) se separó cuando su hija Camila (15) tenía 7 años y Dante (13) 5. Tres años después conoció a Manuel Rodríguez (27) en un bar, y empezaron a salir. La cosa fue en serio. Hace tres años y medio conviven y tuvieron a León, que tiene ocho meses. La decisión de mudarse juntos no les resultó complicada y todos los integrantes de la familia se adaptaron rápidamente. Para Mariana lo más difícil es determinar los derechos y obligaciones que corresponden a los nuevos roles: “Es complicado cuando personas que no tienen un vínculo biológico conviven, porque hay cuestiones que surgen de estar en la misma casa: por ejemplo, Manuel funciona como padre en algunas cosas y en otras no. Determinar hasta dónde le corresponde esa función me resulta difícil. Además vengo de una familia tradicional y no tengo referencias en ese sentido”. Cuenta que la llegada de León significó una gran alegría para toda la familia y que sus hermanos adolescentes se muestran fascinados. “Las familias ensambladas son más difíciles que las tradicionales, pero si hay amor vale la pena el esfuerzo”, alienta Mariana.

Specken plantea que uno de los desafíos que enfrentan estas familias consiste en “poder configurar una producción nueva y diferente respecto de los agrupamientos de procedencia de sus integrantes”. Y considera importante construir una nueva historia familiar que incluya a todos los miembros, como también lo vivido previamente y que genere sentimientos de pertenencia al grupo.

PAREJAS DESPAREJAS

Muchas veces los ensambles se dan entre parejas con grandes diferencias de edad, y que atraviesan etapas de la vida muy distintas. Goldberg aconseja acordar sobre cuestiones como los hijos y el manejo del dinero antes de concretar la unión, y evitar el “vamos viendo”.

“Suele pasar que una de 30 se pone en pareja con un hombre con hijos grandes que ya no quiere saber más nada de niños. Piensa que lo va a convencer y sigue adelante, pero después resulta que no es así. Es lo que más problemas da, porque a veces el hombre no quiere más. Es importante hablarlo previamente”, sostiene.

Otro de los asuntos que suele generar conflictos se relaciona con el dinero. “Muchas veces cuando la pareja es joven quiere viajar y el hombre quiere destinar ese dinero a los hijos de su matrimonio anterior”, señala Goldberg e insiste en que todas estas cuestiones (como también el tiempo destinado a los niños) deben pactarse con anterioridad.

Para la licenciada “el mejor ensamble se da cuando tienen resuelto el tema de los hijos”. También cree necesario el diálogo en la pareja, como suficiente autoestima para manejar los celos y no caer en comparaciones. “Las que tienen más chances de éxito son las de edades parecidas, cuando ambos tienen hijos y atraviesan situaciones similares”.

Según la psicoanalista, el modo en el que se dieron los divorcios también incidiría en la nueva relación: “Una buena separación, serena, adulta y atravesada con madurez, es fundamental, ya que sienta las bases para volver a formar con éxito una nueva familia, para no cometer los mismos errores y para llevarse mejor con los ex, sobre todo si hay hijos en el medio”.

LOS DESAFIOS DE LA CONVIVENCIA

En las familias ensambladas existen más “actores” para negociar en la convivencia: los hijos de la pareja anterior, los nuevos, los ex y sus cónyuges, y la nueva familia política. Y se vuelve necesario respetar las características personales de cada uno y sus tiempos de adaptación.

En relación a esta cuestión, Goldberg sostiene: “En toda pareja siempre existe algún tipo de disenso, por más leve o encubierto que sea, con respecto a la educación de los hijos, sistema de premios y castigos, límites y permisos. Pero esto se multiplica con hijos de diferentes matrimonios. Para poder construir sobre bases sólidas este proyecto que comienza, es necesario estrenar nuevos “contratos”, que serían nuevos acuerdos para establecer determinadas reglas”.

Para la autora, las familias ensambladas son más difíciles de sacar adelante porque se multiplican las problemáticas, pero incita a no desanimarse: “Aunque esto de estrenar nuevos roles tiene sus bemoles, no tiene porqué transformarse en una situación catastrófica. Ante todo, los padres deben tener sus objetivos claros y fortalecer primero la pareja para poder brindar un marco afectivo y emocional adecuado, así los hijos no quedarán a la deriva en este laberinto familiar”.

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