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Por Alejandro Castañeda
BOYHOOD, de Richard Linklater.- El tema central es el tiempo. Linklater ya lo había moldeado en su estupenda trilogía (“Antes de…”). Pero aquí la apuesta es mucho más alta. Registra en tiempo real lo que le pasa a Mason, desde los 8 años hasta llegar a la universidad. La filmó año tras año. Es una proeza que vale más desde el punto de vista experimental que desde lo estrictamente cinematográfico. No tiene la potencia lírica ni la emoción de aquella trilogía. Pero es un bello desafío que registra, no las grandes secuencias de una vida, sino las pequeñas cosas que hacen a un chico que va creciendo, que va sintiendo, que va probando, un hijo de padres separados que ama, duda y sueña. Las secuencias son desparejas, aunque siempre en Linklater importa más el gesto y la mirada que el asunto. A veces simplifica demasiado y a veces se demora por demás en algunas historias, pero con gran sinceridad y desenvoltura transmite la sensación de que la vida se nos escurre entre pequeñas cosas. Se la ha visto como “una epopeya sobre lo ordinario, un acto de fe en la fuerza del cine y en su capacidad para recuperar los recuerdos”. El final es triste y hermoso: Mason deja el hogar y su madre le hace un reproche cargado de dolor: “Nunca pensé que te iba a resultar tan fácil marcharte de casa”. Y allí comprueba que, con sus hijos en la universidad y después de luchas, ilusiones y divorcios, lo que le espera es un gran vacío. Mason le pregunta por qué llora. Y ella responde: “creía que habría algo más”. Implacable y emotivo cierre de este film sobre la fugacidad de la vida y la simple y hermosa epopeya que implica crecer, aprender, desechar, apegarse a los padres para aprender a separarse y mirar hacia adelante. Así, mientras Mason viaja hacia la universidad, en la camioneta suena una melodía que le dice: “No quiero ser un gran hombre/ sólo quiero pelear como todos los demás”. Final inolvidable para un film único. (**** MUY BUENA) .
ESCAPANDO DEL HORROR
REFUGIADO, de Diego Lerman.- Laura escapa con su hijo Matías de 7 años. Fabián, el padre, le dio una paliza y la dejó tendida en el suelo. Ahora, la única meta es poner distancia. La escapada ocupará el centro absoluto de este film doloroso y sentido que pone en la vidriera el tema de la mujer golpeada. Y lo hace con armas nobles. Es austero, concentrado, evita los golpes bajos y está bien actuado. No hay discursos ni salvadores milagrosos. El pánico y la angustia pespuntean un relato sombrío que al final deja una puerta abierta a la incertidumbre más que la esperanza. Lo que cuenta es la mirada de ese hijo que no sabe qué hacer. Tampoco Laura imagina qué hay más allá de la huida. Tiene un embarazo de tres meses, un presente lastimado y un futuro sin nada. Es un film honesto, de pocas palabras, seco, que respira un aire recargado de amenazas, vacilaciones y miedo. Laura y Matías huyen sin poder dejar de mirar atrás. Allí está ese padre, pero también ese hogar y esos sueños rotos. El film aprovecha bien el fuera de campo y evita que la pareja se encuentre. Y se apoya en dos buenos trabajos actorales: Julieta Díaz está casi perfecta y Sebastián Molinaro (el refugiado) es un nene real, con rebeldía, bronca, temores y dudas. La secuencia final es sugerente: Matías tira al agua ese teléfono que estaba lleno de padre. Y la cámara lo deja ir. Está de espalda: ¿No quiere mirar hacia atrás? (*** ½)
UN VIUDO EN PARIS
EL ULTIMO AMOR, de Sandra Nettelbeck.- Historia de un viudo estadounidense que se ha jubilado como profesor de filosofía, vive en París y conoce a una linda muchacha francesa que logrará darle nueva perspectiva a una vida rutinaria y triste. Todos los lugares comunes del género están aquí. La mirada condescendiente, los volantazos narrativos, la melosa ternura, las reconciliaciones de libro. Empieza bien pero se desbarranca. ¿Qué siente ella por este viejo profesor americano? El final es tan traído de los pelos, como todo el film. Es de esas películas que quiere quedar bien ver con todos. Esta Michael Caine, es cierto, y Paris y unas clases de salsa. También hay recuerdos, soledades, gente buena, lagrimitas, un poco de cementerio y otro poco de hospital. Pero nada es creíble. Eso es todo. (REGULAR).
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