Semana de engañadores

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

afcastab@gmail.com

Lo dijimos aquí más de una vez: como lo virtual va reemplazando a lo real, entonces lo falso va asumiendo el carácter de lo legítimo. En este mundo del maquillaje y la manipulación, los presuntos de cualquier categoría están yendo cada día más lejos. Y frente a una inseguridad, lamentablemente muy real, cualquier esquema disuasivo, por antojadizo que sea, puede darnos la ilusión de algún alivio.

Hace tres años (septiembre del 2011) decíamos que “la idea de la Policía Federal de poner patrulleros de mentira en algunas esquinas porteñas, es parte de una virtualidad que no acierta a definir qué hay de cierto y qué de invento debajo de lo que se nos muestra. Lo que el miedo pide ya no es la presencia policial sino ‘la sensación de presencia policial’. Como los gobernantes nos dicen que valen más los anuncios que las obras, la Federal imaginaba que los malandras terminarían aflojando si veían en la cuadra algún móvil policial fingiendo cuidar.

El engaño ahora se recicló en La Matanza y Moreno. Esta semana, el ministro de Seguridad de la Provincia, Alejandro Granados, pasó a retiro a un jefe policial y seis comisarios de la Policía Bonaerense, luego de que un informe periodístico denunciara el presunto alquiler de patrulleros fuera de uso a empresas particulares para disuadir a delincuentes. La medida, según se informó oficialmente, fue dispuesta ante “la posible utilización de recursos logísticos tales como móviles policiales para tareas ajenas a las dispuestas operativamente”.

La nafta está cara y las cocheras ni te digo. Los comisarios de La Matanza y Moreno, interesados en poder reforzar sus cajas chicas en default, repatriaron aquel viejo cometido de la Federal y se las ingeniaron para que los viejos patrulleros le prestaran un servicio post mortem a la repartición. Como la policía no sabe dónde poner tantos destartalados, unos oficiales astutos pensaron en mejorar el modelo porteño. Fueron al galpón, tomaron nota de los móviles rotos y redondearon la idea. Sabedores de la importancia del valor agregado, lograron al final hacer rentable el abandono. Porque los de la Bonaerense cobraban en moneda verdadera por ceder falsos patrulleros. Y así lograron agigantar el equipamiento preventivo con estos móviles maquillados que, quietos y vacíos, seguían facturando.

Había modelos para todos los gustos. Los más destartalados se conformaban con hacer de espantapájaros en zonas distantes. Los más presentables se estacionaban en suburbios bravos y activaban cada tanto sus balizas para que el efecto sea más real. La gente se sentía más acompañada. Incluso otras barriadas venían pidiendo que les enviaran estos vehículos en desuso. Algo es algo, decían. Y como hay tanto tiroteo y tantas balas perdidas, el vecindario muchas veces prefería estos móviles inmóviles, por discretos, silenciosos y baratos.

No fue la única truchada de la semana. El fútbol también apeló a trucos y sustituciones. En un amistoso de Showbol disputado en Natal, los brasileños se enojaron porque le habían prometido la presencia de Claudio Paul Caniggia y en su lugar apareció Carlos “El Lobo” Cordone. “Yo nunca estuve al tanto de dicho evento. Es una vergüenza que utilicen mi nombre para engañar a la gente”, dijo Cani. “El Lobo” Cordone, para no desentonar, hacía como los patrulleros: jugó de delantero, usó vincha, se dejó el pelo rubio bien largo, contó anécdotas y hasta atendió en el entretiempo un llamado de una supuesta Mariana Nannis, que le dejaba una lista de regalos para que el “Pájaro” comprara en Natal.

Así está la cosa: un Caniggia camuflado y unos patrulleros disfrazados. En el fondo, este par de ocurrencias se compadece con la puesta en escena de un país que hace rato optó por la simulación, el amague y los falsos salvadores. Pero esta semana, el premio a los sustitutos y al engaño tuvo su punto culminante con un inesperado anuncio a favor del colectivo trans: otorgarán un subsidio de 8.000 pesos, pero no para las mujeres, sino para los que se disfrazan de mujeres.

El “Lobo” Cardone y los comisarios empiezan a sacar cuentas.