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Decoración |TURISMO

Belfast, aprovechar el pasado

La capital de Irlanda del Norte se reinventó como atracción turística con una variada oferta para los visitantes

22 de Diciembre de 2014 | 00:00
Belfast, aprovechar el pasado

Con la paz conseguida tras la firma del Acuerdo de Viernes Santo en 1998, Belfast puede centrarse por fin en su propio crecimiento y aprovechar sus innegables activos “para convertirse en un destino turístico a la altura de los mejores de Europa”, según Tim Losty, uno de los responsables de regeneración del Gobierno autonómico.

Uno de los principales reclamos de la ciudad, que acoge cada año alrededor de un millón de turistas, es “Titanic Belfast”, el nuevo y espectacular museo dedicado al naufragado Titanic, que se erige en la misma zona portuaria donde fue construido en 1911.

Ese centro, que ha recibido ya 125.000 visitantes desde que se inauguró el 31 de marzo, traza la trayectoria del mítico barco desde su construcción en los astilleros norirlandeses hasta su hundimiento al chocar con un iceberg el 15 de abril de 1912 y las exploraciones marítimas que han revelado los restos del naufragio.

Aunque no hay artefactos procedentes del fondo del mar -siguiendo la voluntad del descubridor del casco del Titanic, Robert Ballard-, “Titanic Belfast” consigue recrear la experiencia del naufragio mediante actividades interactivas y documentos históricos.

El público puede alquilar además una sala de banquetes decorada a inspiración del transatlántico, cuyo distintivo diseño evoca también la arquitectura del edificio.

Según dijo Alex McGreevy, director de comunicaciones, turistas de veinte países han pasado ya por “Titanic Belfast”, y se espera poder alcanzar el objetivo de unos 400.000 visitantes al año gracias a las escalas de cruceros de todo el mundo.

Aparte de ese moderno centro multimedia, la exploración del Titanic se completa con un tour guiado por las auténticas oficinas donde se diseñó el barco y los astilleros donde se construyó, antes de zarpar en su primer y fatídico viaje desde el puerto inglés de Southampton.

El Gobierno norirlandés, en virtud del acuerdo de paz que comparten republicanos (partidarios de la unión con Irlanda) y unionistas (leales a la Corona británica), confía en incrementar el número de turistas y sobre todo el tiempo que pasan en Belfast, que actualmente ronda los cinco días.

Además del Titanic, en Belfast se ofrecen visitas guiadas por los barrios que durante décadas fueron campo de batalla -y aún hoy son fuente de tensiones- entre católicos y protestantes, divididos por altos muros y decorados con murales en honor de los líderes y héroes paramilitares.

En Shankill Road, barrio unionista de clase obrera, puede verse todavía un retrato de Steve McKeag, paramilitar de la Asociación de defensa del Ulster (UDA, en inglés) muerto en 2000 por sobredosis de drogas, observando desde el punto de mira de su arma.

En Falls Road, área católica, se erige un mural en honor a Bobby Sands, el héroe del Ejército Republicano Irlandés (IRA) que murió en la cárcel en 1981 tras una huelga de hambre en reivindicación de sus derechos.

El conflicto entre católicos y protestantes ha dejado un legado, físico y psicológico, que es imposible de ocultar, por lo que el Gobierno ha decidido aprovecharlo para atraer el interés del turismo.

Una estancia en Belfast puede incluir también una visita a Stormont, sede del Gobierno y la asamblea de poder compartido, que actualmente lideran el ministro principal Peter Robinson, unionista, y su adjunto, el republicano Martin McGuinness.

Tras pasear por los bonitos jardines o visitar el interior del imponente edificio, construido expresamente en 1932 para acoger al poder legislativo, el turista puede recorrer también el centro de la ciudad.

Actualmente proliferan en Belfast comercios, restaurantes y los típicos pubs irlandeses, como -enfrente del conocido Hotel Europa- The Crown Bar, considerado por su decoración patrimonio nacional y donde se puede disfrutar de una auténtica cerveza Guinness.

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