Alguna vez sinónimo de salud, la gordura se ha vuelto una amenaza fuera de control

Hace algunas décadas, cuando la desnutrición causaba más muertes que el sobrepeso, la gordura era sinónimo de bienestar: una persona rolliza era vista en general como alguien desbordante de salud. Hoy, con la obesidad convertida en una epidemia, la percepción sobre ella ha cambiado tanto que no sólo se la considera una enfermedad sino una que ha pasado a constituirse en la tercer carga más pesada para los sistemas de salud.

Impulsada por un crecimiento sin precedentes, “la obesidad ha dejado de ser sólo un problema de salud para tornarse un reto económico a nivel mundial”, advierte un estudio del Instituto Mundial McKinsey que acaba de rankearla entre las tres mayores cargas sanitarias que enfrenta hoy la humanidad. Con un gasto calculado en 2 billones de dólares por año (el 2,8% de la producción económica mundial), atender a las personas obesas resulta ya casi tan costoso como el tabaquismo o la violencia armada, según señala la investigación.

En apenas tres décadas, el número de personas obesas se ha elevado a un tercio de la población mundial, y a este ritmo de crecimiento, se prevé que alcanzaría al 41% para el año 2030

Pero lo cierto es que, a criterio de algunos analistas, el costo calculado en ese estudio no terminaría siquiera de describir la realidad ya que no contempla el impacto de la insuficiencia cardiaca, la diabetes, la hipertensión y ciertos cánceres, entre otras tantas enfermedades asociadas a la obesidad.

Como sea, el informe McKinsey, que tuvo una fuerte repercusión al ser difundido días atrás, viene a remarcar un fenómeno que parece haberse salido de cauce: el vertiginoso crecimiento de la tasa de obesidad. En apenas tres décadas, el número de personas obesas se ha elevado a un tercio de la población mundial, y a este ritmo de crecimiento, se prevé que alcanzaría al 41% para el año 2030 si no se logra frenar.

OTRA DISCAPACIDAD

Además de alcanzar el podio de los tres mayores gastos en salud, la obesidad ha pasado a ser reconocida días atrás como una discapacidad. En un fallo histórico, la Corte de Justicia Europea consideró que constituye una forma de minusvalia, por lo que las personas que la padecen de manera severa deben ser protegidas de una posible discriminación laboral.

La resolución, en favor de un danés de 160 kilos despedido de su empleo en 2010, tuvo como trasfondo un relevamiento presentado ante la Organización Mundial del Trabajo, según el cual las personas con obesidad extrema tienen un menor rendimiento laboral y una mayor tasa de ausentismo, lo que las convierte en un eslabón frágil dentro del mercado laboral.

Como si el panorama no fuera ya de por sí desalentador para ellas, nuevas evidencias científicas presentadas por la Agencia Internacional para la Investigación sobre el cáncer señalan que la obesidad y el sobrepeso están asociados al incremento del riesgo de desarrollar tumores en próstata, mama, endometrio, colon, recto, páncreas y esófago, y son responsables del 20% de las muertes por cáncer en mujeres y del 14% de decesos en hombres

Tanto sea por tumores como por enfermedades cardiovasculares o diabetes, la obesidad puede acortar hasta en ocho años la esperanza de vida de una personas y hasta en diecinueve años su existencia en estado de buena salud, según acaba de confirmar otro estudio, en este caso de la Universidad McGill de Montreal, Canadá. La obesidad aumentó en Argentina un 42,5% en apenas ocho años alcanzando ya al 21% de la población adulta, según la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo

Publicado en la revista especializada The Lancet Diabetes & Endocrinology, el análisis partió de un modelo matemático realizado sobre una amplia base de datos estadounidense que engloba a miles de adultos de entre 20 y 79 años de edad, y sus resultados son concluyentes: cuanto más sobrepeso tiene un individuo de joven, mayor será luego la repercusión de éste sobre su salud.

POLITICAS POCO EFICACES

El mismo estudio que advierte sobre el creciente costo sanitario de la obesidad sostiene a su vez que gran parte de las estrategias utilizadas por los sistemas de salud para ponerle freno carecen de un sustento científico que avale su efectividad. “Los esfuerzos para lidiar con la epidemia han sido hasta ahora demasiado graduales”, señalan los autores del informe McKinsey, quienes destacan entre las acciones más efectivas el informar mejor a los adultos para que den un buen ejemplo a sus hijos a la hora de comer; incorporar la educación alimentaria en la currícula escolar, promover la actividad física en la casa, la escuela y el trabajo; intervenir sobre las publicidades de alimentos hipercalóricos, tasar con mayores impuestos a las bebidas azucaradas y prohibir la elaboración de alimentos con grasas trans.

Acaso consciente del fracaso de las políticas que ha venido impulsando hasta hoy, Estados Unidos (cuya tasa de obesidad del 33% es una de las más altas a nivel mundial) dispuso recientemente una nueva normativa que exige a los restaurantes, centros de entretenimiento, supermercados y máquinas expendedoras publicar en forma más clara la información nutricional de sus productos.

La iniciativa -que surgió del compromiso entre los partidos Republicano y Demócrata y la Asociación Nacional de Restaurantes- tiene por finalidad evitar la confusión de parámetros que existe en los diferentes estados y ciudades del país, para que los consumidores pueden comprender en qué medida ciertos alimentos y bebidas disparan su ingesta calórica.

A otro escala, también nuestro país -donde la obesidad aumentó un 42,5% en apenas ocho años alcanzando ya al 21% de la población, según la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo- se encuentra revisando sus políticas para ponerle freno. Por lo pronto, el ministerio de Salud de la Nación lanzó una consulta pública sobre mensajes de prevención para actualizar las guías alimentarias dirigidas a la industria, los centro de salud, las escuelas y la población en general.