Asalto salvaje e indignación vecinal

EN RUINAS. LA VERDULERÍA DE 44 ENTE 184 Y 185 SE CONVIRTIÓ AYER EN UN MONTÓN DE ESCOMBROS. EN ESE LUGAR, UN GRUPO DE DELINCUENTES IRRUMPIÓ POR LA MADRUGADA, GOLPEÓ AL PROPIETARIO E INTENTÓ QUEMARLO VIVO

Eran las tres de la mañana de ayer, cuando la dueña de una verdulería de Olmos despertó a su hermano, aterrada: “Me parece que hay gente afuera”, le dijo. El hombre, Gustavo Rodolfo Martínez, de 49 años, le hizo caso a la mujer y fue hasta la vereda. Volvió a entrar, pero entonces escoltado por tres delincuentes que le apuntaban directo a la cabeza. Eso no fue lo peor, porque esto estaba por venir: al cabo de varios minutos, le pegaron y hasta intentaron quemarlo vivo frente a su hermana y los dos sobrinos.

El ataque ocurrió en 44 entre 184 y 185, en un predio en el que una familia entera tiene su negocio en el frente y su casa en el fondo.

“Encierren al perro, sino lo mato a él”, vociferaron los ladrones señalando al rottweiler que les ladraba y pugnaba por atacarlos. La amenaza de muerte se repitió algunas veces más, mientras al hombre seguían encañonándolo.

Los tres asaltantes tenían sus caras tapadas con capuchas y no menos de 30 años, según lo que pudieron ver las víctimas. En la verdulería y autoservicio estaba otro hermano de la dueña, de 58 años, y sus dos hijos de 6 y 16.

El grupo buscaba plata, y la familia nunca pretendió resistirse. Los comerciantes les señalaron dónde tenían el efectivo para que se fueran rápido.

Sin embargo el asalto se extendió durante más de 20 minutos, pese a que los damnificados no pueden calcular el tiempo exacto. Cuando parecía que la pesadilla terminaba, llegó lo peor.

daños totales

Con un bidón de combustible -que no se sabe si lo llevaron deliberadamente o lo tomaron de la vivienda-, los ladrones rociaron al hombre de 49 años y luego a buena parte del negocio.

“Lo hicieron de maldad. Lo bañaron desde la cabeza y le acercaron fuego. No se prendió del todo porque Dios fue grande”, subrayó Claudia Martínez (40), la encargada.

Los ladrones salieron corriendo y se escaparon dejando tras de sí una bola de fuego que envolvía todo el local, con las víctimas adentro.

“En la desesperación salimos como pudimos. Yo después volví a entrar para abrir un tanque de agua y ver si podía apagar algo”, contó Claudia, que sufrió algunas quemaduras superficiales en los brazos.

Los casos más graves fueron el de su hijo de 6 años y el menor de sus hermanos, quien todavía anoche permanecía internado en una sala común del hospital de Melchor Romero, con lesiones graves en las dos piernas. En ese mismo lugar del cuerpo el nene también terminó quemado.

“Era desgarrador ver a la mujer llorando con el hijo”, describió uno de los vecinos que se acercó a dar una mano. Fueron ellos quienes intentaron apagar el fuego sin demasiado éxito.

“Una hora tarde llegaron los bomberos y la ambulancia”, recordó Claudia. En vistas de esa demora, la principal duda de todos es si se podría haber resguardado parte del edificio.

Pero la construcción terminó devastada. En donde habían góndolas, balanzas, mostradores y mercaderías, quedó apenas una alfombra de cenizas y de escombros: quince horas después del incendio todavía había humo.

“fue por maldad”

“Si ya tenían lo que querían, ¿para qué hicieron esto?”, se preguntó a sí misma Claudia, respondiéndose antes de que cualquiera lo haga: “Fue por maldad”. La mujer abrió entonces otro interrogante, que por ahora no tiene respuesta: “Todo esto lo conseguimos con trabajo, ¿y para qué?”. Después de esta secuencia, la familia quedó sin nada.

Parece haber quedado atrás el tiempo en el que Olmos estaba catalogado como un pueblo tranquilo. En los últimos diez días, fueron al menos dos los robos a mano armada en negocios de la avenida 44. Y por eso los vecinos protestaron ayer a la tarde.

Por su parte, fuentes policiales señalaron que las heridas que sufrió el hombre “se produjeron cuando intentó apagar el fuego”. Además, deslizaron que en las averiguaciones contemplan una línea investigativa distinta a la del robo.

En dos años al frente del comercio, nunca habían sufrido un ilícito en la verdulería. Pero por la sucesión de episodios delictivos que hubo en el barrio, Claudia sabía que su turno sólo era cuestión de tiempo.

“Con la farmacéutica decíamos, ¿ahora a quién le va a tocar? ¿Tiramos una moneda? Al final, fuimos nosotros”, sentenció.