El conflicto de Ucrania también se sufre en nuestra región

LOS INTEGRANTES DE LA COLECTIVIDAD UCRANIANA DE NUESTRA REGIÓN RECONOCEN QUE POR ESTOS DÍAS SIGUEN DE CERCA Y CON MUCHA ANGUSTIA TODO LO QUE OCURRE EN EL PAÍS DE SUS ORÍGENES

Aunque están a más de 18 mil kilómetros de Kiev y hasta ahora nunca pudieron conocer las calles legendarias y casi mitológicas de la capital de Ucrania, las hermanas Irina y Larisa Ferreyra Kozubsky, nietas de ucranianos llegados el siglo pasado a Berisso, viven la crisis actual del país como si el cuerpo habitara en la Argentina pero el corazón les palpitara en ese pedazo del mapa que hoy enfrenta una de las encrucijadas más complejas de su historia.

“Hacemos guardia de noticias”, cuenta Larisa, estudiante de bioquímica y una de las encargadas de agrupar la información y difundirla dentro de la colectividad para que todos estén al tanto de lo que ocurre. Cuando ella deja de bajar datos de internet o conectarse a radios y canales de Ucrania, la reemplaza Irina, profesora de Artes Pláticas y quien no tiene reparos en reconocer que, dada la coyuntura actual, tanto ella como su hermana están más pendientes de lo que sucede en suelo ucraniano que lo que pasa aquí.

No son las únicas. En nuestra región se calcula que unas 5 mil personas integran la populosa colectividad ucraniana -entre nativos y descendientes-, la mayoría instaladas en Berisso y fieles a una tradición que, alimentada por anécdotas y viejas historias llegadas en los barcos, echó raíces en nuestro suelo y generó que las nuevas generaciones de la colectividad se sientan, además de argentinos, verdaderos ucranianos. Y no exageran: basta con ver sus páginas web favoritas, o las comidas típicas que saben cocinar, o la dedicación que le ponen al aprendizaje del idioma y a la práctica de los bailes típicos que suelen mostrar con orgullo.

“Nosotros nos sentimos parte de Ucrania”, asegura Mariel Zabiuk, profesora de historia y quien no duda en asegurar que el conflicto actual “representa un quiebre en la vida de Ucrania” y tal vez sea el hecho histórico más importante de las últimas décadas. Según ella, la colectividad está abierta al debate “pero todos queremos una Ucrania soberana, sin la intromisión de Rusia pero tampoco creyendo que la Europa occidental nos va a traer todas las soluciones. Ellos tampoco actúan con absoluta inocencia”.

SEGUIR LO QUE PASA

Desde hace algo más de tres meses, gracias a Internet y el contacto con familiares y amigos en Ucrania, muchos de los integrantes de la colectividad local siguen de cerca la evolución de la crisis. Primero con angustia y algo perplejos por la violencia y las muertes que marcaron el inicio del conflicto en enero pasado; luego, con cierta esperanza tras la salida del poder de Viktor Yanukóvich (siempre ligado a los intereses rusos); y ahora, a pocas horas de que se realice el referéndum en Crimea (ver página 7), con el temor lógico a que directamente se desate una guerra con Rusia.

“El referéndum es una fachada -lanza Irina-. Podemos entender el deseo de los crimeos de querer anexarse a Rusia, es respetable, pero hacerlo en estos momentos, con la presencia amenazante de soldados rusos en el medio y sabiendo que se trata de un simple trámite, de una formalidad, no tiene ningún sentido. Es buscar echarle más leña al fuego”.

La división entre ucranianos prooccidentales y prorrusos, que ha estado en el eje de la crisis actual en Ucrania pero que se remonta a viejos tiempos, es inexistente en la colectividad local. La comunidad en la Argentina es nacionalista, es pro Ucrania independiente. “Hay debates de todo tipo, pero nuestra posición es que Ucrania pueda ser soberana, ni tironeada por los intereses occidentales ni por los que existen en el este, donde Rusia juega un papel central”. Quien lo dice es Héctor Szewczuk, presidente desde hace más de quince años de la Asociación Ucraniana Renacimiento de Berisso. Según su visión, todo se vuelve más complejo porque “Ucrania es un país dividido desde tiempos remotos. Por un lado está el oeste, más occidental y abierto a Europa, y por el otro el este, donde la mayoría son prorrusos”.

EL LLAMADO DE LA SANGRE

¿Era legítimo el gobierno de Yanukóvich? ¿Y el que se ejerce interinamente en estos momentos? ¿Se podrán zanjar alguna vez las diferencias históricas que existen entre el este y el oeste? ¿Es Putin el culpable de esta crisis? Mientras los ucranianos de La Plata debaten estos y otros interrogantes, Szewczuk cuenta que entre los miembros de la colectividad ya se organizaron colectas que fueron enviadas a Ucrania a través de la Cruz Roja. “Nuestro sentimiento por Ucrania es muy fuerte -sostiene-. Son años de tradición que se llevan en la sangre”.

Aunque mucho más chicas, lo mismo pueden decir Irina o Larisa. Nietas de inmigrantes que llegaron a Berisso a principios del siglo XX desde Mateykov, un pueblo del oeste ucraniano, participan desde chicas en varias organizaciones de la comunidad y, lo admiten ambas, se sienten ahora mucho más preocupadas por la realidad de allá que por la que viven acá.

“Nuestra sangre viene de ahí y el compromiso que tenemos con la cultura y la historia ucraniana es total”, sintetiza Larisa, quien mantiene contacto con amigos que viven en Kiev y participan de las barricadas y, a través de cartas en papel, acaso como si el paso del tiempo no hubiese evaporado la romántica tradición epistolar, con primos que viven en el mismo pueblo de donde llegaron sus abuelos. “Son familiares que encontramos en 2009 a través de Facebook -cuenta ella-. Fue algo increíble: cuando establecimos contacto e intercambiamos información para ver si éramos parientes, ellos nos mandaron la foto que mis abuelos se habían sacado en Berisso ni bien llegaron al país. Era una vieja costumbre de los inmigrantes: al llegar, se sacaban una foto todos juntos y la enviaban al país de origen como prueba de que habían llegado bien. ¿No es loco? Esa foto, que mis abuelos mandaron a Ucrania como prueba de que estaban vivos, volvió muchos años después al mismo lugar donde fue tomada para que sea vista por sus nietos”.

Historias, anécdotas, tradiciones que se transmiten de generación en generación. Además de seguir las noticias que llegan de Kiev, los ucranianos de La Plata se organizan como se dijo para enviar ayuda a la tierra de su sangre y buscan hacer saber a todos los que está pasando. “Lo que está ocurriendo nos pone en ese rol -dice Mariel-. Desde nuestro lugar, hoy por hoy tenemos la responsabilidad de informarnos y transmitir entre nuestra gente lo que sucede con la mayor objetividad posible y escuchando todas las voces”.

A pesar de la distancia, de los miles y miles de kilómetros que los separan con la tierra de sus orígenes, están convencidos de que su apoyo es importante. “Estamos con ellos, con todas las familias que sufren en Ucrania”, dicen, convencidos, con angustia. Lejos pero con el corazón cerca. Cada día un poco más cerca.

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