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Coinciden en que los dos acusados participaron de la masacre de los policías, pero dudan del móvil
“Yo esperaba otra cosa... quería saber el móvil. Por eso no estoy conforme. Que estén presos no me va a devolver a mi hijo, porque todavía no sé por qué lo mataron”, dice sin estridencias Cielo Barboza, madre de una de las tres víctimas de la llamada masacre policial de la Planta Transmisora.
A más de seis años de aquello, el viernes pasado el juicio en el que se ventila entró en la etapa clave de los alegatos. El fiscal Martín Chiorazzi pidió la pena de prisión perpetua para los dos acusados, el ex policía Marcos Adrián Casetti y el ex estudiante de derecho Mariano Ezequiel Filippi Medina.
Para el fiscal, ellos dos y el prófugo Fernando Darío Maciel mataron a tiros y puñaladas a Pedro Díaz, Alejandro Vatalaro y Ricardo Torres Barboza, para robar armas, chalecos y equipos de comunicación con los que generar hechos de violencia que desestabilizaran al gobierno.
Los abogados que representan a las familias de las víctimas avalaron el pedido de máxima pena, aunque tienen sus propia hipótesis respecto al móvil del triple crimen ocurrido el 19 de octubre de 2007.
“Nuestro abogado adhirió a la sospecha de que ahí adentro podía haber droga”, comentó ayer a EL DIA Cristian Vatalaro, confirmando que las tres familias “tienen dudas” y hasta teorías distintas, aunque “el objetivo sea el mismo: buscar Justicia”. Vatalaro está convencido de que los dos que están en el banquillo participaron de la masacre, como también cree que “no fueron los autores ideológicos”, ni los únicos ejecutores. Lo que más les duele, a todos, es no saber, en particular porque llegaron al debate con esa expectativa. “Y ellos (los acusados) no se quiebran, no dicen la verdad”. El único de los dos que habló fue Filippi Medina, en una declaración que sorprendió a todos. “Fue estudiada, planificada y con una frialdad increíble. Como si estuviera en una reunión de amigos”, analizó Cristian.
Casetti se mantuvo en silencio.
Dos de los momentos más complicados para los allegados a las víctimas tuvieron que ver con la exhibición del video de la escena -con el hallazgo de los cuerpos- y el de la reconstrucción de la masacre.
Cristian no los vio, porque “mi mamá no pudo soportarlo y nos retiramos”, contó. Aquel día Graciela Coronel salió llorando de la sala, diciendo “mirá lo que le hicieron”. En la pantalla se veía a Alejandro boca arriba, descalzo y cubierto de sangre. Tenía nada más que 27 años y había egresado hacía muy poco de la Vucetich, donde había estudiado con Ricardo Torres Barboza.
“Yo espero que los sentencien”, concluyó Cristian Vatalaro, aunque espera algo más: “Que la Justicia no sea tan lenta y que las autoridades se pongan del lado de las víctimas, porque nosotros nos sentimos desamparados y tuvimos que esperar casi siete años”.
“Maciel debe estar muerto”
“No creo en el móvil del atentado. Creo que ahí adentro había algo más y no se investigó”, dice Cielo Barboza, la mamá de Ricardo Torres Barboza, quien sospecha -y teme- no saber nunca la verdad.
“Hacía menos de un mes que los chicos (por Vatalaro y su hijo) trabajaban ahí, pero los Díaz (por los familiares de Pedro), comentaron que en la Planta custodiaban algo que no sabían qué era”, recuerda.
Cielo también cuestiona que no se hayan tomado más pruebas de ADN para cotejar con el hallado en la escena y que no pertenece a las víctimas y tampoco a los tres imputados. Agrega: “Mi hijo tenía en la mano un mechón de pelo que coincide con la sangre que estaba en la pared y en la pedalera (del patrullero que se llevaron). Ese ADN es de alguien que no conocemos, de modo que hay un cuarto implicado”. Cielo sí soportó las imágenes del cuerpo de su hijo, sin pasar por alto que lo que más le duele es la incertidumbre, el no saber.
“Creo que los dos (por Casetti y Filippi Medina) estuvieron (en la escena) y no hablan porque tomaron un compromiso. Y del prófugo Maciel, creo que está muerto”.
Cielo aclara que no les desea la muerte a ninguno, “porque me convertiría en lo mismo. Y sin saber la verdad, me da igual que vayan presos o no. Son dos bocas más para alimentar”, cierra.
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