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Opinión |MIRADA ECONOMICA

Freakonomics, de luto

11 de Mayo de 2014 | 00:00
Freakonomics, de luto

Por MARTIN TETAZ (*)

Twitter @martintetaz

Compré el libro a mediados de la década del 90, porque en 1992 al autor le habían dado el Premio Nobel de Economía, entre otras cosas, por su gran aporte a la comprensión del capital humano que permitió entender de una vez por todas que la educación no es un gasto, sino una inversión.

Pero “El Enfoque Económico del Comportamiento Humano” era una obra cuya ambición trascendía el estudio del modo en que las personas usan su tiempo para estudiar o trabajar, por ejemplo.

Un conjunto de discusiones, impensadas diez años atrás, se abren paso en ese jardín de senderos que en vez de bifurcarse convergen a un denominador común; el análisis costo beneficio aplicado a la discriminación, el crimen, la división de tareas en el hogar, y la decisión de contraer matrimonio.

Gary Becker nos enseñó que el principal contribuyente al financiamiento de la educación es el propio estudiante que aporta su tiempo, porque a diferencia de las horas que emplea el docente enseñando, ésas jornadas de estudio y asistencia a clases y exámenes, no están remuneradas por el mercado.

EL PAGO DEL ALUMNO

A los valores de mercado de hoy, dos terceras partes del costo del proceso educativo, son entonces “pagadas” por los alumnos, quienes luego en virtud del sistema impositivo y los derrames positivos que la educación genera en el resto de la sociedad, sólo se apropian de la mitad de los beneficios, lo que indica que lejos de pagar un arancel, los estudiantes deberían recibir un salario estudiantil por el tiempo que invierten en el futuro del país, incluso cuando se matriculen sólo persiguiendo su bienestar individual.

Por si el planteo de la educación como una forma de capital humano no hubiera sido del todo revolucionario, este profesor de la Universidad de Chicago, pateando tabúes demostró que la discriminación laboral no sólo es económicamente posible sino que es el resultado lógico que emerge cuando los empleadores son prejuiciosos en algún aspecto.

Hasta entonces se pensaba que la libre competencia garantizaba la no existencia de discriminación porque si un conjunto de empresarios decidieran pagarle menos a las mujeres, por ejemplo, otros competidores podrían sacar ventaja contratándolas, de suerte tal que sin no existen diferencias de productividad asociadas al género, pues no sobreviviría una empresa que pague más a sus trabajadores hombres siendo desplazada por cualquiera que pague un poco menos a las mujeres, obteniendo así más beneficios, de suerte tal que a la larga las mujeres terminarían recibiendo el mismo salario que los hombres, porque todos los empresarios buscarían contratarlas al ser más baratas pero igualmente productivas.

Pero Becker explicó claramente que los empleadores podrían estar dispuestos a pagar un precio por discriminar, aceptando menores ganancias que sus competidores por el cuestionable placer de preferir rodearse de gente que encajara mejor en sus preferencias étnicas, sexuales, religiosas o de género.

El aporte no es trivial. Si los defensores de la idea de que la libre competencia eliminaba automáticamente la discriminación, estaban en lo cierto, pues no era necesaria ningún tipo de regulación gubernamental en el mercado de trabajo, pero si por el contrario la hipótesis de Gary Becker era correcta, entonces resultaba crucial un activo rol del Estado prohibiendo, por ejemplo, que en el proceso de reclutamiento se soliciten los CVs con la foto del postulante, o que en las entrevistas se hiciera referencia a cualquier tema que no estuviera estrictamente relacionado con las aptitudes requeridas para un puesto.

ECONOMIA DEL CRIMEN

Becker es además el padre de la Economía del Crimen, que ha saldado un eterno debate en torno de las dureza de las condenas penales, demostrando que el delincuente no sólo considera la pena (en el hipotético caso de que la conozca), sino que pondera sobre todo su percepción respecto de la probabilidad que existe de ser apresado y condenado, en caso de ser descubierto en la comisión del delito.

Puesto que de acuerdo a los datos oficiales del ministerio de Justicia, de 769.227 delitos contra la propiedad que se denunciaron en 2008 (último año con datos), sólo 20.353 terminaron con sentencias condenatorias, no resulta difícil entender por qué asistimos a una ola creciente de inseguridad; en la ecuación costo-beneficio de los cacos, la probabilidad de ser detenido y sentenciado asciende a un magro 2,65%, número que incluso es menor si consideramos que muchos robos no se denuncian y que tampoco alcanza con la sentencia para asegurar que el ladrón termine efectivamente purgando su condena.

MATRIMONIO Y DINERO

El matrimonio ha sido otra de las áreas en las que Becker coló el análisis económico, lo cual suena bastante lógico si pensamos que en última instancia se trata de un contrato civil que regula los derechos de propiedad de los bienes generados en la nueva unidad familiar. Que los hombres prioricen entonces los aspectos físicos de las mujeres, al tiempo que ellas le dan más importancia a la posición económica de su pareja, sería la consecuencia de que todavía persiste una brecha de ingresos asociada al género. Sin embargo, como las mujeres avanzan más en los estudios que los hombres y cada vez las universidades entregan más títulos femeninos, pues en una generación probablemente se dé vuelta la tendencia y nuestros hijos varones acaben persiguiendo mujeres de abultadas carteras, al tiempo que ellas toleren menos las asimetrías corporales de los caballeros.

Becker ya no está más entre nosotros. Paradójicamente, su última propuesta provocadora fue en el terreno de la donación de órganos, donde el catedrático proponía crear un mercado donde los familiares pudieran vender los órganos de quien había perdido la vida, para que quien necesitara un trasplante pudiera comprarlos, lo que aumentaría notablemente, según el autor, la cantidad de trasplantes efectivamente realizados, salvando así muchas vidas.


(*) El autor es economista, profesor de la UNLP y la UNNoBA, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana (IIL) e investigador visitante del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (CEDLAS)


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