María Teresa Llargués de Sal Gómez

MARÍA TERESA LLARGUÉS DE SAL GÓMEZ

Pasión por la música, vocación de docencia y dedicación a la familia marcaron la vida de la profesora María Teresa Llargués de Sal Gómez, cuyo fallecimiento a los 96 años causó un hondo pesar en los diversos ámbitos en los que supo cosechar tanto el respeto y el aprecio de sus colegas, como el de los numerosos alumnos que tuvieron la oportunidad de nutrirse de sus conocimientos y valores humanos.

Había nacido en la localidad de Benito Juárez en 1917, hija de Isidro Llargués, catalán, y Dionisia Jáuregui, vasca. Junto a sus padres y hermanos, se trasladó a Barcelona, España, donde vivió hasta los albores de la guerra civil. Fue entonces cuando su familia emprendió el regreso a la Argentina y se radicó finalmente en La Plata.

Ya terminados sus estudios secundarios, su vocación le marcó el camino del Conservatorio Nacional de la ciudad de Buenos Aires, donde completó la carrera de Piano y Profesorado de Música.

Dueña de un prodigioso registro de soprano, perteneció a varios coros, recordando siempre el de la Parroquia de San Roque. Allí conoció al que fue su esposo, Benjamín Sal Gómez, con quien formó una familia con seis hijos: María de las Mercedes, María del Carmen, María Teresa, Benjamín Ramón María, Alberto Carlos María y Eduardo José María.

Los años y la familia numerosa, le dieron 19 nietos y 13 bisnietos, para quienes siempre tuvo un gesto de amor.

Enviudando muy joven, encontró en varios colegios la ocasión de desplegar su vocación por la enseñanza musical y su apostolado permanente. Pasó por las aulas de los colegios Nuestra Señora de la Misericordia, San Luis, de Luján, Instituto Manuel Estrada de City Bell, Industrial de Los Hornos y la Escuela Profesional de Mujeres.

Siempre dispuesta a ayudar al que lo necesitara, inició, a beneficio de Cáritas La Plata, la costumbre de cantar villancicos en las calles, en las vísperas de Navidad; primero junto a sus hijos y luego también acompañada por sus alumnas del colegio Misericordia, muchas de las cuales todavía hoy siguen en el Coro de Capilla que la tuvo como Directora. Más tarde, su espíritu solidario también la llevó a confeccionar muñecos de trapo para vender en las muchas campañas caritativas que impulsó con un grupo de amigas cristianas.

En 2008, le fue otorgada la Distinción del Divino Maestro, merecido reconocimiento para una docente que, desde la entrega silenciosa, humilde y tolerante, supo ayudar a construir la historia de la cátedra de música del colegio Misericordia.

Su diligente y generoso temperamento la llevó a integrar la Liga de Madres de Familia de la Parroquia de San Ponciano, la Legión de María de la Parroquia San Roque, las Damas Salesianas, y ALAM.

Dulce, amable, siempre llena de optimismo y de vocación de servicio a los demás como ferviente cristiana, fue y seguirá siendo un ejemplo para su familia, sus amigos, sus colegas y sus queridas alumnas. Hasta los últimos días conservó la sonrisa dulce y agradecida, el buen humor, la paciencia, la paz interior y su profunda fe.