Tensión en un asalto a parientes de un ex jugador albirrojo

LA VIVIENDA DE VILLA ELISA A LA QUE ENTRÓ UNA BANDA CUYOS INTEGRANTES SERÍAN COLOMBIANOS

“¿Y ahora cómo hago para seguir, o dormir tranquilo? Estos tipos prometieron volver”, dijo Alejandro Carrusca (50) una vez que terminó el asalto en la casa de sus padres en Villa Elisa. Fue una hora de tensión, matizada con situaciones insólitas y que en teoría podría repetirse si los delincuentes planean regresar.

A las 4 de la madrugada de ayer al hombre lo despertaron tomándolo suavemente de la mano. No era su hijo de 12 años o alguno de sus padres, todos ellos también presentes en la casa, sino uno de los cuatro ladrones.

La banda había ingresado a la vivienda de 25 y 418, a 20 metros del camino Belgrano, “con una ganzúa que usaron para girar la llave de la puerta, que estaba del lado de adentro”, explicó Carrusca, un ciclista reconocido en el ámbito local y además primo del ex volante de Estudiantes, Marcelo Carrusca.

Ninguna de las víctimas pudo verles las caras a los ladrones. Alejandro intuyó que tres de ellos serían colombianos, a partir de su acento y de algunas de sus expresiones.

Con torpeza, pero sin propinarle golpes, los delincuentes usaron una cinta de embalar que había en el domicilio para maniatar a todos.

“A mí me dejaron boca abajo y no pude ver nada más”, recordó el hombre.

En uno de los pasajes insólitos que tuvo el asalto los delincuentes empezaron a tomar cocaína adelante de la familia. Y mientras alguno de ellos comía alguna de las frutas de la cocina, otros se dedicaban a revisar armarios y otros muebles.

“NOS LLEVAMOS AL NENE”

Los asaltantes estaban obsesionados con obtener dinero. Mientras Alejandro les decía que no tenía más que el efectivo de la billetera, los ladrones amenazaron con llevarse secuestrado a su hijo.

Carrusca intentó hacerles entender a los delincuentes que él estaba allí de visita, para visitar a su familia, y que sus ahorros los tiene en su casa en la provincia de Corrientes. “Bueno, andá a tomarte el colectivo a buscar la plata ahora”, lo desafiaron, con el desconocimiento evidente de los casi mil kilómetros que debía transitar la víctima.

Todo estuvo alineado en torno a la mala fortuna que tuvo Alejandro: hacía una semana que se había comprado un Volkswagen Bora y además en la concesionaria le habían regalado un LCD. Eso, más una notebook, otro televisor y una PlayStation fue el botín con el que huyó la banda.

Ni bien terminó todo, a Alejandro lo pudo desatar su hijo. “El 911 no me respondía, así que tuve que ir hasta el Arco de Villa Elisa en un remís. El policía nunca vio nada raro”, se lamentó el hombre.

En 1987 en esa misma casa, también un sábado a la noche, ocurrió el anterior asalto a esa familia.

El padre de Alejandro, hoy de 78 años, había decidido armarse. Cuando los ladrones revolvían la casa, dieron con el revólver de la víctima, y empezaron a usarlo para continuar con sus amenazas.

Los delincuentes se cuidaron en todo momento de que no se les viera la cara.

Llevaban capuchas y además tenían guantes en las manos. Tampoco se sabe si llegaron a la casa caminando o en el auto de algún cómplice.

Para los días que siguen, la familia asaltada afronta el enigma inquietante de no saber de qué forma prevenir que la misma banda, tal como lo prometió en tono amenazante, regrese a buscar lo poco que al final no se llevaron.

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