Chicos que reprueban materias: un gran dilema para los padres

ESPECIALISTAS ACONSEJAN ESCUCHAR A LOS CHICOS Y AYUDARLOS CON EL EMPUJÓN NECESARIO

Cuando los chicos reprueban materias en el colegio sus padres suelen sentirse agobiados: desorientación, enojo, frustración y culpa son los sentimientos que aparecen con frecuencia. ¿Si yo nunca tuve problemas por qué a él le cuesta?, ¿si yo soy inteligente por qué él no puede?, son las preguntas que repiten los adultos, y mortifican.

“Un chico reprueba una materia y la familia lo vive como un fracaso. Algunos padres parten de un concepto tradicional, en el que el modelo es el diez y los que no llegan son fracasados. Ante el hijo que no aprobó, los padres empiezan a sentir culpa y se preguntan qué hicieron para merecer eso”, describe la psicopedagoga Cecilia Traversa.

La especialista explica que las reacciones de los padres dependen de las expectativas que depositan en sus hijos y que muchas veces son dramáticas porque los adultos proyectan sus propias inseguridades en los niños, y en algunos casos se las trasmiten.

“En la sociedad en la que vivimos se espera que todos sean brillantes y no nos permitimos equivocarnos. Cuando algo no sale como esperábamos tendemos a culpar al otro: es el chico que no aprende”, dice Traversa, y propone que los docentes y los padres con poca autocrítica, aprovechen estos casos para revisar el desempeño de su rol.

Cuenta que, como psicopedagoga, con frecuencia se encuentra con padres desesperados que atraviesan estos momentos con ansiedad: “Algunos se vuelven locos y llevan a sus hijos a distintos psicólogos y maestros. El chiquito corre de un lado a otro sin saber por qué. Y muchas veces hay que preguntarse qué es lo que le pasa a uno con esa situación”.

Traversa recomienda controlar la ansiedad y el sentimiento de culpa porque el chico no incorporó un contenido. En su lugar aconseja concentrarse en lograr un diálogo y, fundamentalmente, en escuchar lo que los estudiantes dicen. Y sostiene: “Los castigos por castigos no sirven; sí los límites y la supervisión permanente”.

Las malas notas también pueden ser la manera que encuentran los chicos de llamar la atención de sus padres. Muchas veces los adultos, preocupados y estresados por el trabajo y otras responsabilidades, sólo reparan en los niños cuando aparece “algo” (que en este caso podría ser una mala nota) que les despierta una alerta.

Y así, preocupados, sí encuentran la manera de hacerse un tiempo para llevarlos al psicólogo, a las clases de apoyo, a la escuela o para sentarse un rato a su lado y ayudarlos con las tareas. En estos casos, para los chicos un desaprobado se convierte en un recurso que los acerca a sus padres.

Cuando el niño se esfuerza y las tareas no salen o se atrasó en relación al resto de la clase, la maestra particular suele resultar una buena aliada a la que recurren los padres, pese a su alto costo (cobran alrededor de 80 pesos la hora). Para Traversa es importante que no se tergiverse su rol: “Tiene que ser un empujón para que el alumno arranque, y después siga solo. Las clases de apoyo son para una explicación individual, pero muchas veces les hacen las tareas y le resuelven el problema”.

Fomentar la autonomía y el deseo de aprender es fundamental para la especialista. Sostiene que para lograrlo se vuelve esencial revisar los hábitos de la familia: “Si en una casa no se lee, no les interesa aprender y viven corriendo por el mundo es lógico que el chico también se maneje así”. Para la especialista se debe considerar que “los hijos son el producto de una dinámica familiar y que los padres son el sostén en el proceso de aprendizaje”.

Caio Armut es el padre de Abril (14). La estudiante, el año pasado se llevó cuatro materias a marzo. Para sus padres, que están separados, implicó cambios en la logística cotidiana: debieron adaptar sus horarios para llevar a la hija a las clases de apoyo, seguirla más de cerca en sus tareas, recortarle salidas y revisar sus permisos. “Nos preocupamos y empezamos a meternos más en sus cosas. Creo que pagamos las consecuencias de cuando ‘no estuvimos’”, reflexiona el papá.

Además de los cambios en la organización cotidiana, cuando a los chicos les va mal en la escuela muchas veces la familia se ve obligada a suspender las vacaciones y otras complicaciones. También, los padres se sienten desorientados sobre cómo ayudarlos.

Malena Martinic Magan, directora del colegio San Simón, coincide con la psicopedagoga Traversa en que es importante escucharlos y - dice - que a veces también es necesario ayudarlos a comprender la situación: “Después quizás haya que acompañarlos en casa y ayudarlos a organizarse en el tiempo y en el espacio que para los chicos, y más con el uso de la tecnología, suele ser complejo”.

Martinic Magan cuenta que, en general, las familias viven la entrega de boletín como un momento trascendente y, a pesar de que los chicos van contando las notas con anterioridad, los padres se muestran ansiosos. “Uno podría pensar que con el cambio de paradigma no aparecería como algo importante. Sin embargo, en las familias de clase media de La Plata, marcada por una fuerte impronta de estudio universitario, lo sigue siendo”, dice la directora, y agrega: “Todavía arrastramos la idea de que las buenas calificaciones son sinónimo de la inteligencia y del éxito”.

Aconseja no desesperar ni atosigar a los niños con médicos o especialistas para determinar su capacidad intelectual. Propone ayudarlos con el empujón que necesitan, con especial cuidado de no estigmatizarlos como inferiores por sus bajas calificaciones.