La economía política detrás del caso Nisman

Por MARTIN TETAZ (*)

Twitter @martintetaz

Muchas veces la realidad supera la ficción más rebuscada. Esta fue una de esas veces. Una denuncia a un Presidente, un Fiscal muerto antes de declarar y una catarata de versiones y controversias en torno al hecho, condimentado con servicios de inteligencia y relaciones internacionales.

Obviamente no tengo la menor idea de qué fue lo que sucedió en la torre Le Parc de Puerto Madero, aunque debo confesar que he seguido la trama tan atrapado como si hubiera sido escrita por Agatha Christie.

Hay muchas hipótesis. Algunos creen que la investigación de Nisman fue influida por el gobierno de Estados Unidos, dado que como probara Santiago O`Donnell a partir de los mails que le pasara Julian Asange, de Wiki Leaks, el Fiscal tenía una relación fluida y condescendiente con la embajada norteamericana.

Otros piensan que más allá de la evidencia por la responsabilidad de Irán en la AMIA, la denuncia contra la Presidenta por el Memorandum con ese país obedecía en realidad a una respuesta por el ataque que el Jefe de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia, Jaime Stiuso, recibió sobre fines del año pasado, poniendo en peligro su continuidad al mando del espionaje local. Incluso hay quienes especulan con que este hecho es tan sólo un capítulo de una batalla más profunda que habría llevado a Cristina Fernandez a montar una central de inteligencia paralela, con Milani a la cabeza, como contrapeso a una SI que ya no controlaba.

Finalmente, algunos creen que el Fiscal fue asesinado por el propio Gobierno, en un intento desesperado por cerrar la hemorragia de poder político, que la denuncia y todas las escuchas que ya han comenzado a filtrarse, estaba ocasionando. Yo sin embargo descreo profundamente de esta posibilidad, porque de comprobarse que se trató de semejante delito, el hecho evidentemente habría sido perpetrado por profesionales, con un nivel de rigurosidad y eficiencia que no se condice con la inoperancia del Ejecutivo en materia de gestión, prácticamente en todas las esferas a su cargo.

Más allá de las elucubraciones que la Justicia se encargará de desenmarañar, el argumento central de la denuncia de Nisman era que el Gobierno argentino había negociado el Memorandum de entendimiento con Irán, porque como sostiene el Fiscal a fojas 203 de su denuncia, el canciller Timerman mantuvo una reunión secreta con el canciller iraní, Ali Salehi, en la ciudad siria de Alepo, donde dijo que “...la Argentina ya no está más interesada en resolver aquellos dos atentados, pero en cambio prefiere mejorar sus relaciones económicas con Irán...”

En fojas 94 de su presentación ante el juez Lijo, Nisman transcribe una escucha entre el dirigente iraní Jorge Khalil (el mismo de las grabaciones con el piquetero D`Elía, que difundió Jorge Lanata esta semana) y el empresario de ese mismo país, Heshmatollah Rahnema, en el que el hombre de negocios dice que “yo ahora necesito ver si hay una palanca a través de D’Elía...de Cancillería...de Pérsico...de Fernando... porque yo quiero llamar a la Embajada Argentina en Teherán...porque la Cámara de Comercio de Teherán quiere tener una reunión para abrir el camino que todas las empresas privadas directamente ...para llevarlo a la Cámara de Comercio de Teherán, el agregado del negocio de Argentina que están en Teherán...quería llevarlo ahí, para hablar en la Cámara y la Cámara está muy interesada que las empresas privadas...empiezan a arrancar los negocios con Argentina...”

El difunto Fiscal sostenía entonces que era improbable pensar en que dos países fortalecieran sus relaciones comerciales a menos que enterraran primero la causa AMIA. En sus propias palabras decía Nisman: “Nada tiene de malo el comercio, muy por el contrario, pero resulta delictivo que para viabilizarlo se desarticulen ilegalmente las acusaciones judiciales y se dote de impunidad a los prófugos iraníes”.

EL CONTEXTO DEL ACUERDO

Parafraseando a la decana de la facultad de Periodismo de la UNLP, existen contextos, elementos en relación y es preciso por lo tanto interpretar los hechos históricamente.

A lo largo del 2011 y como producto de la decisión con fines electorales de persistir en un atraso cambiario insostenible, el Banco Central se fue quedando sin dólares para garantizar las operaciones comerciales y financieras de empresas y particulares. En los primeros 11 meses de ese año, las reservas cayeron 6.127 millones y el Gobierno optó por ponerle un corralito a las divisas e instaurar el cepo.

Emergieron desde entonces una serie de medidas económicas tan heterodoxas como fútiles para reemplazar las fuentes de dólares habituales basadas en el comercio tradicional y las inversiones internacionales.

Los jóvenes cerebros que recalaron en Economía, pensaron una estrategia alternativa; había que abrir nuevos mercados; comerciar con la cuasi dictadura de Angola, donde gobierna el mismo presidente desde 1979 y los derechos humanos brillan por su ausencia, o estrechar vínculos con Irán, haciendo la vista gorda al esclarecimiento del atentado a la AMIA.

La ilusión de las cosechadoras que le íbamos a vender a Angola se cayó pronto y aunque el Memorandum nunca fue aprobado por Irán, las relaciones comerciales mejoraron, al punto que mientras “el mundo se nos cae encima”, entre 2012 y 2014 crecieron sensiblemente las exportaciones de granos a ese país.

Por supuesto, se trata sólo de un dato, que aisladamente no dice mucho. Pero la mejora en las relaciones económicas entre Argentina e Irán es perfectamente compatible con la desesperación del Gobierno por conseguir dólares y su deseo de girar geopolíticamente

(*) El autor es economista, profesor de la UNLP y la UNNoBA, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana (IIL) e investigador visitante del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (CEDLAS)