La temporada va tomando ritmo

UN GRUPO DE AMIGAS DIVERTIÉNDOSE

EL DIA
en Mar del Plata

Por Agustina Mussio
Fotos Dolores Ripoll

Bajo un cielo ciclotímico, que oscilaba entre el celeste luminoso y unos nubarrones oscuros, que cada tanto estallaban en cortos chaparrones, miles de turistas deambulaban ayer por Mar del Plata. Muchos vinieron por pocos días y rogaban que mejore el tiempo para un último chapuzón antes del regreso.

Por las calles marplatenses abundaron los shorts, las ojotas y las remeras, pero también los pantalones, los sweaters y las camperas. Algunos adecuaron su atuendo a las dos variantes que desde temprano ofreció el clima: de la cintura para abajo lucían un look de pleno verano y, en cambio, mantenían bien abrigado el torso y los brazos.

A pesar de los chaparrones intermitentes, pocos llevaban paraguas. Cuando se largaba el agua se disparaban las corridas en busca de toldos y techos que sirvieran de refugio. Los más optimistas, cargaban reposeras en la peatonal y apenas asomaba el sol enfilaban para el mar. Varios llegaron a la playa, se instalaron y al poco tiempo debieron salir corriendo por el mal tiempo.

Por eso, cuando a la tarde el cielo se mostró celeste y, en apariencia, estable, muchos desconfiaron de que se tratase de un nuevo amague: llegaron a orillas del mar pero no se animaron a “desensillar”. Permanecieron vestidos aunque la temperatura se sentía agradable, y aguardaron con los bolsos y la sombrilla cerrados a un costado. Listos para escapar rápido en caso que fuese necesario.

Los platenses Lorena y Fabián Marín, con su hijo Joaquín (7), aprovecharon el mal tiempo para caminar y hacer algunas compras en la peatonal. El mayor de los hermanos, Agustín (17) salió de shopping solo. Vinieron por seis días, con la idea de pasar Año Nuevo en la Ciudad. A pesar de los jueguitos electrónicos, del paseo en el tren de la alegría y del plan de visitar el Museo de Fangio, Joaquín lamenta el mal tiempo que le impide zambullirse en el mar.

El clima inestable también marcó el primer día del año. Al igual que ayer: por la tarde mejoró y muchos aprovecharon para tirarse un rato al sol. Mientras los nubarrones y las lloviznas se impusieron, el centro se sintió repleto.

Dificultades para encontrar un espacio libre donde estacionar y colas de media cuadra para comprar comida y para sacar dinero de los cajeros fueron algunos traspiés que generó el aluvión de turistas, que este año llegó a la costa semanas antes de lo acostumbrado.

Es que muchos aprovecharon el feriado de Año Nuevo y lograron acomodarse en el trabajo para pasar las fiestas, o al menos una de ellas, cerquita del mar. Y después de esas mini vacaciones vuelven a sus rutinas.

Laura y Alejandro Baleani, con su hija Delfina, forman parte de una larga cola que se formó para entrar a una rotisería. Al igual que otros años, vinieron para pasar Año Nuevo y regresarán el martes que viene. La mamá de la familia se queja de la fila y asegura que años anteriores no ocurría en esta fecha. De todos modos, dicen estar “en modo vacaciones” y se dispusieron a tomárselo con calma y buen humor.

Muchos se lanzan al turismo exprés por motivos económicos, otros porque prefieren guardarse dinero y días en el trabajo para viajar al exterior o tal vez a algún destino más despoblado. Y con las “escapadas” consiguen aliviar el trajín diario con pequeñas dosis de vacaciones.

Para fin de año, los hoteles cuatro y cinco estrellas de Mar del Plata tuvieron una ocupación mayor al 95% y del 80% en los de menor categoría, según datos arrojados por la secretaría de turismo.

También en el Partido de la Costa (desde San Clemente hasta Costa Esmeralda) sorprendió la cantidad de visitantes. “La ocupación rondó entre el 85% y el 100%”, contó el secretario de Turismo, Rodrigo Hernán Torre.

En Pinamar, entre la semana de Navidad y antes de Año Nuevo se registró la entrada de 130 mil turistas, de acuerdo a datos difundidos por el departamento de turismo de la ciudad.

Aunque muchos de estos veraneantes se vuelven en estos días, por la Autovía 2 desfilaban autos en dirección a la Costa que dejaban ver sillas, reposeras y sombrillas en su interior.

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