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La noche se hace eterna en la Costa

Para los adolescentes se puede extender hasta más de 12 horas. La “previa” comienza en los bares, después siguen en el boliche y suelen terminar en fiestas privadas que pueden prolongarse hasta más allá del mediodía. La siesta se suele hacer en la playa sobre la arena. Los precios de una salida

5 de Enero de 2015 | 00:00
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MUCHAS CHICAS DICEN QUE, LA MAYORÍA DE LAS VECES, SE DIVIERTEN BAILANDO ENTRE ELLAS, MIENTRAS LA MÚSICA ELECTRÓNICA PREDOMINA
MUCHAS CHICAS DICEN QUE, LA MAYORÍA DE LAS VECES, SE DIVIERTEN BAILANDO ENTRE ELLAS, MIENTRAS LA MÚSICA ELECTRÓNICA PREDOMINA


EL DIA en Mar del Plata
Por Agustina Mussio
Fotos Dolores Ripoll

La noche de los jóvenes se estira en Mar del Plata. Los bares se llenan antes de la media noche. Muchos chicos buscan aprovechar los dos por uno que se ofrecen en la mayoría de las barras. Los grupitos de amigos se organizan con las compras de alcohol y se apuran para beber antes de que el reloj marque las 12 y los tragos vuelvan a valer el doble.

La cerveza artesanal figura entre los preferidos de esta temporada. Son las dos de la mañana y el bar Ogham explota. La mayoría de los jóvenes se mueven con un vaso en la mano. Algunos hablan fuerte, bromean y sueltan carcajadas que revelan alcohol. Otros, más tranquilos, se mantienen a la expectativa de lo que sucede a su alrededor.

La música suena, pero no se baila. A lo sumo, algunos se mueven apenas mientras conversan. El dj del lugar, Facundo Rodríguez, cuenta que se impuso el merengue y el reaggeton eléctrico, y la cumbia cool. Todavía no apareció el tema del verano, esa canción que suele repetirse hasta el hartazgo por estas fechas. “Es rarísimo… quizás más adelante…”, opina el DJ.

A las tres de la mañana las puertas de los bares se cierran y a partir de ese momento no puede entrar nadie más. Los que todavía vagaban indecisos deben descartar esa posibilidad. Y los que quedaron adentro sólo tienen para una hora más: a las cuatro también deberán moverse hacia otro lugar.

Es el momento del boliche. Samsara, en Playa Grande, figura entre los preferidos. En la puerta, miles de chicos y chicas se enfilan para entrar. Las mujeres resisten el frío de la noche marplatense con mini short y remeritas que dejan el ombligo al aire.

FIRMES EN LA PUERTA

Como héroes que enarbolan la bandera de la moda, aguantan estoicas la media hora, o más, que puede llegar a demandarles la fila para entrar. En este caso, el amontonamiento sirve de estrategia para combatir al viento.

“Anticipadas y sin cargo, por allá”, grita un guardia de seguridad. La horda de jóvenes, que para ese entonces ya estaba a los empujones, se descomprime y varios avanzan apurados para el lugar indicado.

Una morocha de pelo largo con plataformas, short y remera cortita, que no compró anticipadas ($120) ni figura en listas de invitados, llorisquea al patovica de la puerta para que la deje entrar. Se esfuerza en lagrimear, pero ni así consigue conmoverlo.

Adentro se vive un ambiente de euforia. Abundan los amigos y escasean las parejas. Grupitos de chicos, por un lado, y de chicas, por el otro, se mueven al ritmo de la música electrónica.

Nancy, Lucía, Daiana y Florencia bailan en ronda. Dicen que casi todas las noches se divierten entre ellas, y sólo cada tanto aparece algún chico que manotea una mano e invita unos pasos.

Decidido a sacarla a bailar, un joven se acerca a Daiana al ritmo de la canción que suena. Las mujeres arengan, se ríen, aplauden y dejan al chico en el centro del grupo. Después de unos pocos pasos para complacer a las damas, el galán se escapa por un costado. Las chicas siguen saltando.

Para Esteban, que se bambolea con un vaso apretado al pecho, el problema es que “las mujeres tienen miedo. Y por eso nosotros no las sacamos a bailar”, completa su extraña teoría, probablemente nacida en esta noche etílica.

SALE CHAMPU

El champagne es la bebida que más sale. La botella varía entre $300 y $500. Varios, y seguramente no sea por sanos, eligen la botellita de agua mineral para dejarse llevar por la música electrónica.

Cuando asoma el sol, y las puertas del boliche se cierran, arranca la otra movida. Los que a esas horas de la madrugada todavía no agotaron todas sus energías, van hasta las quintas privadas que organizan fiestas (abiertas a quienes paguen la entrada) que se extienden hasta el mediodía. Para varios jóvenes que pretenden sacarle el jugo a sus vacaciones, la noche dura desde las 23 hasta las 12 del día siguiente.

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