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El protagonista se vinculó con la escritura como forma de vida y según Óscar Contardo, creador de la reciente biografía, fue protagonista de la política y la cultura de Chile
Poeta o cronista, Pedro Lemebel (1952-2015) se vinculó con la escritura como forma de vida y según Óscar Contardo, autor de “Loca fuerte”, la reciente biografía que lo recupera como un autor central para la política y cultura de Chile, “su vida era su obra”, porque escribir no fue solo un oficio sino su vínculo con un mundo contra el que se rebelaba y al que sus escritos siguen teniendo mucho para cuestionarle.
“Lemebel en Chile es un ícono de rebeldía, de resistencia y de rabia. Su figura se fue acrecentando con los años porque encarnó una historia compleja, la historia del pueblo llano chileno. También representó una demanda ética a la transición democrática y una postura crítica a los acuerdos políticos post dictadura”, afirma Contardo acerca del autor de libros de crónicas como “Loco afán” o “La esquina es mi corazón” y de la novela “Tengo miedo, torero”.
El periodista cuenta que este libro publicado por la Universidad Diego Portales en su colección “Vidas ajenas”, dirigida por Leila Guerriero, comenzó como un perfil para la revista Gatoparado, donde también edita la cronista argentina, para el que entrevistó al artista chileno durante cuatro meses en 2007.
“La historia es larga. En 2006 comencé a colaborar con Gatopardo y a trabajar con Leila Guerriero, y viendo la posibilidad de un perfil apareció Lemebel. Fue un reporteo de unos cuatro meses en 2007, con varias entrevistas a él y a su entorno. Él era impredecible. Un día podía ser todo ternura y al siguiente odiarte porque hiciste algo que no le gustó. Ese algo podía ser desde una pregunta a una mirada. Cuando el perfil ya estaba listo no aceptó el fotógrafo que asignó la revista. Quería controlarlo todo. Yo no podía hacer nada al respecto y se enfureció conmigo, a veces me escribía unos correos atroces. Luego me saludaba muy amable. Creo que disfrutaba percibiendo el temor que infligía en ciertas ocasiones. Con él nada era fácil, pero eso era algo que yo sabía. Recuerdo que en la revista estaban asustados porque los llamó, incluso. Finalmente tuvieron que usar fotos de archivo”, repasa Contardo (Curicó, 1974).
Lemebel nació el 21 de noviembre de 1952 en la comuna de San Miguel y el apellido con el que firmó su obra era el de su madre Violeta Lemebel, una maestra que cuando conoció al padre del artista, Pedro Mardones, ya tenía un hijo llamado Jorge. Más tarde Mardones, panadero de oficio, reconoció a ese hijo y le dio su apellido. El cronista y poeta llevó el mismo nombre que su padre pero desterró el apellido por el de su madre.
Traducido al inglés, alemán, italiano y francés, “Lemebel fue el primero de su familia en llegar a la educación superior y parte del escaso cinco por ciento de chilenos que lo hacía en esos años”, advierte Contardo en su libro, en el que cuenta que la carrera elegida había sido Diseño. Pero ese paso por la universidad Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo -conocida como Unctad por sus siglas en inglés- se vio interrumpido por el golpe de Estado, ya que en marzo de 1973 comenzaron las clases pero en septiembre la institución fue intervenida y la mayor parte de los docentes expulsados.
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Finalmente su título fue el de profesor de Artes Plásticas y se lo otorgó la Universidad de Chile. Ejerció como docente pero lo que siguió fue un camino de intervenciones, performances y escrituras por las que se convirtió en un ícono de la literatura sobre la diversidad sexual y de género, pero sobre todo en representante de una generación no solo crítica sino también activa y protagonista en la denuncia y el combate ante la dictadura de Augusto Pinochet en Chile.
Al respecto, el autor de “Loca fuerte” dice: “Desde fuera muchas veces piensan que Lemebel es principalmente una figura de las disidencias sexuales, pero su importancia sobrepasa ese ámbito, porque su legado nos sitúa, a los chilenos y chilenas, en un lugar sin límites, una experiencia poco frecuente para un pueblo que vive muy consciente de sus fronteras sociales y políticas”.
Contardo cuenta que lo primero que leyó de Lemebel fue “la edición original de ‘Loco afán’. La de editorial LOM del 96”y lo recuerda “por la portada, porque es una fotografía de él con Francisco Casas, la otra Yegua del apocalipsis”, dice sobre el dúo que conformaron entre 1987 y 1997. “Es probable que antes leyera alguna de las crónicas que publicó en la revista Página abierta, pero no soy consciente de su lectura hasta ese libro que fue publicado el año en que yo egresé de la universidad. Hasta ese momento para mí era Lemebel el performer, el de las Yeguas del apocalipsis”, explica.
Esa dupla fue central en ese período entre dictadura y posdictadura en Santiago de Chile, ya que con el arte, la fotografía, el video y la instalación, pusieron el cuerpo para hablar de las huellas de la violencia dictatorial.
Pero la primera vez que el periodista vio al protagonista de su libro fue cuando estaba preparando una performance en la Universidad de Chile: “Lemebel era muy callejero, entonces tampoco era difícil cruzárselo en el centro de Santiago, que siempre fue su territorio predilecto -dice-. Además era imposible no percatarse de su presencia, incluso cuando ya era famoso y salía a yirar medio de incógnito con un suéter con capuchón y anteojos oscuros, su figura era inconfundible. Aún más llamativo era a principios de los 90, cuando en Chile vestirse como él lo hacía, era una especie de insolencia por la que se pagaba caro”.
Contardo reconstruye con detalles los vínculos intensos que construyó Lemebel con sus amigos y amigas que también son personas claves a la hora de pensar en su obra, en la circulación de sus libros. La escritura y la vida eran una misma trama para Lemebel y así lo entiende su biógrafo:
“Su vida era su obra. La escritura llegó a ser su forma principal de expresión, pero no fue la única tampoco. En mi opinión Lemebel llegó a la escritura como quien va probando destrezas y sorteando obstáculos para plantarse en un territorio y hacerlo propio. Piensa que para sus amigos de barrio y de universidad antes que el Lemebel escritor hubo un Pedro Mardones (su nombre original) que dibujaba muy bien y que tenía debilidad por las artes visuales”.
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