La locura le sigue ganando a la pelota

Por EDUARDO TUCCI

Dentro y fuera de las canchas argentinas la violencia le sigue ganando por amplio margen al juego. El último fin de semana fue pródigo en episodios lamentables, que involucraron a todos los actores de un espectáculo cada vez más contaminado.

Las peleas ya no sólo alcanzan a los barras, los futbolistas se han encargado en los últimos tiempos de hacer moneda corriente de los excesos verbales, los roces y las agresiones amparados en “las pulsaciones altas”, que para nada justifican tales reacciones. Estamos hablando de profesionales que deben asumir tal condición en todos los casos: para cobrar por lo que hacen pero también para comportarse en función de tal. Y por lo que ha podido observarse estos últimos tiempos, los protagonistas principales del espectáculo, sólo parecen prestar atención a una parte de ese compromiso.

LAS TROMPADAS

Lo que las imágenes trajeron desde Mendoza al término de Godoy Cruz-Boca resulta un claro exponente de lo que no debe ocurrir en una contienda deportiva. Equipistas de uno y otro bando pegándose trompadas dentro de la cancha y en la zona de vestuarios dieron lugar a que la gresca se extendiera a las tribunas, contagiando al público que expresó la ira arrojando butacas al campo de juego.

La policía -que falló una vez más en la prevención- terminó reprimiendo con balas de goma, generándose una tremenda trifulca.

En simultáneo fueron agredidos el ministro de infraestructura mendocino y un juez federal que festejaron un gol de Boca en medio de la platea local. Nada justifica tales reacciones, pero ha quedado una vez más en claro que pese a la prohibición para los visitantes en las canchas, en Mendoza (tal como ocurriera en otros escenarios), se permitió el ingreso de hinchas del club huésped burlándose la reglamentación con la utilización de la figura del “hincha neutral”.

INTERNAS ENTRE BARRAS

De paso, conviene recordar que si bien se insiste con el cepo a los visitantes, la mayoría de los choques -muchos con saldo trágico- ocurridos en torno al fútbol, este año ocurrieron por internas entre barras de un mismo club, sin que tampoco en cada caso se haya actuado con la eficiencia necesaria.

El presidente del Tomba dijo al respecto que “nosotros vendimos solamente a hinchas nuestros, pero ocurre que cuando una persona saca una entrada no se le pregunta de qué cuadro es”.

Algunos medios calcularon que unos diez mil hinchas xeneizes poblaron las tribunas mendocinas, abundaron las camisetas azules y amarillas y el “Dale Boca” se escuchó durante todo el partido.

Pero, lamentablemente, hubo más. En Quilmes, el director técnico local Nelson Vivas -que ahora se quedó sin trabajo-, saltó del banco de suplentes al término del partido con Atlético Rafaela para agredir a un plateista y en Lomas de Zamora hinchas y dirigentes de Los Andes y Temperley protagonizaron una tremenda batahola, que empezó adentro del estadio y siguió en las calles.

¿Hasta cuando? No hay certezas de medidas conducentes a una normalización de un cuadro que empeora por la generalización de los hechos de violencia que, vale la pena insistir, no sólo abarca a los barras.

ANGELICI, SIN VUELTAS

En medio del temporal, algunas reflexiones para destacar: “A los jugadores les pagamos para que jueguen y ganen, no para que den esta imagen. Más allá de los errores del árbitro, no se justifica lo que pasó, fue una imagen patética la del final del partido”, dijo el presidente de Boca, Daniel Angelici quien acentuó la autocrítica: “Boca tiene que salir en los diarios por lo futbolístico, no por esto; lo que pasó en Mendoza fue un papelón”.

Martín Palermo también fue autocrítico acerca de lo ocurrido y Aníbal Fernández -presidente de Quilmes-, se quejó por la venta de entradas a los “neutrales”.

Es de esperar que las palabras no vuelvan a caer en saco roto porque la situación resulta cada vez más preocupante.

A todo esto, el nivel de los árbitros no ayuda -el sistema de sorteos determinó que el inexperto Pedro Argañaraz dirija Godoy Cruz-Boca con los resultados conocidos-, las medidas preventivas brillan por su ausencia y la conducta de algunos futbolistas alimentan la violencia.

Para cerrar un fin de semana absolutamente olvidable, en Rosario mataron a tiros a un pibe de 13 años que tuvo la “mala idea” de ponerse la camiseta de Newell’s el día que se jugaba el clásico de esa ciudad. La pelota sigue en segundo plano.