Para Malvinas, ¿más o menos diplomacia?

Por MANUEL TREJO (*)

Esto de más o de menos me trae a la memoria el famoso apotegma de Hegel, “el salto de cantidad a cualidad”, es decir que el aumento hasta cierta medida de alguna propiedad de una cosa la transforma en otra cosa; por ejemplo el aumento a cien grados de la temperatura del agua la transforma en vapor. Para el famoso filósofo era ésta una de las leyes fundamentales de la dialéctica que daba razón del cambio en la naturaleza y la historia. El marxismo ortodoxo la aplicaba al capitalismo sosteniendo que al aumentar sus contradicciones internas llegaría el momento en que se produciría el salto revolucionario, lo que, por lo menos, ha sido cuestionado por numerosos historiadores a la luz de lo sucedido con las revoluciones en el siglo veinte, ante la persistente permanencia histórica del capitalismo.

UN ARTE

Si entendemos por diplomacia la ciencia y el arte de defender racionalmente los intereses de un estado-nación, por encima de los intereses sectoriales que caracterizan a los grupos que detentan poder económico o político, defensa que debe darse en el ámbito de la comunidad de naciones regida por el derecho internacional, cabe a nuestro entender, la aplicación de la mencionada ley hegeliana. En este contexto, más diplomacia significa mejorar los estándares conceptuales de su aplicación profesional a situaciones específicas, generalmente conflictivas, para lo cual tanto los planificadores como los ejecutores de la acción diplomática deben poseer un conocimiento cabal de la historia de la diplomacia mundial y nacional, así como de la historia del pensamiento filosófico y político universales. En tanto que arte, requiere que quienes se formen para ejercer la diplomacia, cursen una práctica sostenida dirigida por diplomáticos experimentados y profesores de alto nivel académico. El ejemplo paradigmático en la región es el Instituto Barón de Río Branco de Brasil donde se forman los miembros del cuerpo diplomático de la nación hermana, reconocido como de excelencia profesional y caracterizado por la continuidad de las doctrinas que sustenta en función de los intereses de la gran nación brasileña que, sin duda, llegó a ser lo que es tanto por sus políticas internas como por la solidez de su política exterior. Brasil es un ejemplo de la validez del principio hegeliano: a más racionalidad aplicada a la diplomacia, en el sentido antes apuntado, más se ha acercado al cambio cualitativo significado por su condición de potencia mundial.

DIPLOMACIA ARGENTINA

Menos diplomacia, en cambio, significa errática configuración de las estrategias diplomáticas durante décadas, falta de solidez en la formación del cuerpo diplomático, introducción de la política partidaria en la designación de sus miembros, visión cortoplacista en la elaboración de las líneas directrices de la política exterior, falta de realismo en la valoración de la situación internacional derivada del cortoplacismo y, consecuentemente, de la ubicación relativa de la propia nación en el escenario de la distribución del poder mundial, inestabilidad político-institucional interna, falta de doctrinas básicas consensuadas para sustentar los fundamentos de la política exterior que superen lo meramente ideológico y partidario.

“No se gana nada irritando al oponente; la negociación diplomática no es un campo de batalla donde lo que uno gana el otro lo pierde”

¿Es la anterior una descripción de la diplomacia argentina? Creemos que en parte lo es. Porque todavía no se observa un aumento de los caracteres propios de la buena diplomacia que coloquen al país en la senda del cambio cualitativo hacia una nación con presencia internacional respetada, superando el relativo aislamiento en que se ha colocado por manifiestos errores de estrategia diplomática.

Las recientes declaraciones provenientes de representantes oficiales ingleses y argentinos y las descalificaciones periodísticas de una y otra parte no contribuyen para nada a la legítima negociación diplomática. Me sugieren la imagen de un intercambio de ladridos entre el fiero bull-dog inglés y un inquieto cuzquito argentino que se lo pasan ladrando uno a otro sin llegar a la gresca. Ya vivimos los argentinos, sin imágenes ni metáforas más o menos retóricas, la tragedia de una guerra perdida, con muchas muertes de compatriotas, como para tener derecho a reclamar menos ladridos y más negociaciones con buena diplomacia.

MESA DE DEBATES

No se gana nada irritando al oponente; la negociación diplomática no es un campo de batalla donde lo que uno gana el otro lo pierde. Es, o debe ser, una mesa de arduos debates en la que los buenos diplomáticos no pierden la calma y tratan de ganar para su causa aspectos positivos en la confrontación de los intereses en juego.

No me cabe ninguna duda de que todos los argentinos apoyaremos el desarrollo y la aplicación de más y mejor diplomacia en el conflicto por la posesión de las islas Malvinas, superadora de todo intento de utilizarla como recurso partidario en la política interna.

(*) Docente