Desde Los Hornos, con la mira en Marte: una escuela trabaja junto a la Nasa

DIEGO RODRÍGUEZ, EL ARGENTINO QUE TRABAJA EN LA NASA, JUNTO A ALUMNOS DE LOS HORNOS QUE PARTICIPAN DEL PROYECTO

Los alumnos de la Escuela Especial N° 535 de Los Hornos están colaborando con el proyecto de la NASA de enviar una misión tripulada a Marte en el 2030. Concretamente, están participando de los estudios sobre los alimentos con que podrían contar los eventuales astronautas.

La propuesta, que llegó al colegio “Juana Azurduy” de la mano de un argentino que trabaja en la agencia estadounidense del espacio y la aeronáutica, puso al establecimiento ‘patas para arriba’. Y es que se convirtió en una actividad medular que ha posibilitado a directivos y docentes abordarla desde todas las áreas.

La particular historia empezó en 2013, pero recién la sacaron a la calle en la última feria de ciencias, con avances “muy concretos” y “positivos”, aseguran en el centro educativo de 143 entre 65 y 66.

“En la feria de ciencias, donde tuvimos que presentar el proyecto con maquetas y láminas porque no se pueden llevar seres vivos (en este caso, plantas), la gente nos preguntaba si era cierto”, cuenta entre risas la directora de la Escuela 535, Laura Puche, para comentar que a la institución concurren chicos de 0 a 21 años mayormente con discapacidad intelectual, y que en la iniciativa participan alumnos “de 6 en adelante, que realizan actividades de acuerdo a la edad”, aclara.

La vicedirectora Sara Cordero explica que el contacto con Diego Rodríguez, un joven de 32 años que nació en Choele Choel, Río Negro, que a los 18 fue becado para estudiar en Estados Unidos y que terminó como responsable del área de extensión y educación de la NASA, se dio “porque es sobrino de una maestra de la escuela”.

“Dio charlas, motivó a toda la comunidad educativa, y hoy sigue monitoreando el proyecto, consistente en cultivar plantas comestibles a partir de semillas que estuvieron 20 días expuestas a la radiación espacial (en la estación espacial internacional) y comparar su evolución con otras que siempre estuvieron en la Tierra”, detalla Puche.

La directora abre una suerte de sobre que lleva la sigla NASA, y extrae dos pequeños envoltorios herméticamente cerrados.

“Se trata de albahaca canela”, apuntan las maestras Ivana Mariotti y Daniela Perugini, encargadas de llevar adelante el trabajo con los chicos más grandes. “En un sobrecito están las semillas que se expusieron a la radiación espacial, en el otro, las comunes”, dicen, y hasta ahí llegan, porque en la escuela quieren que los propios alumnos expliquen de qué trata el asunto.

GERMINACION EN LOS HORNOS

Antes, mientras los chicos disfrutan del recreo, Laura Puche recorre los salones y talleres para resaltar que “el proyecto ‘estrella’ de la NASA, que es realizar una misión tripulada en 2030 a Marte, entre sus múltiples investigaciones incluye la del sustento alimenticio para los astronautas. Entre esas experiencias desarrollan la germinación de plantas comestibles. A nosotros, encarar esta propuesta nos ha servido para hacer un trabajo anual del que participa toda la institución”, realza.

“Es una iniciativa interdisciplinaria que supera los conocimientos de biología. Abarca matemática, prácticas del lenguaje, dibujo, los talleres de huerta y carpintería”, enumera.

Una vez en el aula, los alumnos, un poco tímidos al comienzo, terminan explicando en detalle el proyecto que han denominado “La canela en la Tierra y en el espacio”.

“Dimos vuelta la tierra -describen-, y la mezclamos con cáscara de mandarinas, de bananas, de papas. Eso era el abono”, apuntan.

Esa tierra la colocaron en dos cajones que armaron ellos. Pero después tuvieron que “ponerle encima tierra finita”, para lo cual “la pasamos por una zaranda”. “En un cajón plantamos semillas comunes y muy chiquititas, y en el otro semillas que estuvieron en el espacio”, detallan.

Cuentan que arriba debieron colocar un nylon para proteger a las semillas “del sol y la lluvia”. Eso sí, aclaran que “las tenemos que regar a la mañana, al mediodía y a la tarde, con una regadera y poniendo la mano para que no caiga mucha agua”.

¿Y cuál es el objetivo? “Ver si crecen”, responden los alumnos. ¿Y crecen? “Sí, las comunes muy rápido, y son grandes. Las del espacio más lento, y son más chicas”, diferencian. Si el desarrollo de la oralidad de los chicos era una de las posibilidades que les ofrecía el proyecto, como definieron las docentes, la están aprovechando al máximo.

Los adolescentes hacen especial hincapié en nombrar todas las herramientas e instrumentos que utilizaron: azadas, palas, martillos, rastrillos, carretillas, guantes, estacas.

MAS PROYECTOS

Diego Rodríguez viaja a la Argentina muy de tanto en tanto para visitar a su familia, que se reparte entre Choele Choel y La Plata. Hace unos 10 días estuvo en la escuela, y la comunidad educativa de la Especial 535 invitó a colegios comunes con los que articula. “Vinieron los chicos de la Primaria 71, y Diego les mostró, a ellos y a nosotros, fotos, videos, brindó otra charla, los motivó a estudiar, como hace siempre”, cuentan las maestras para afirmar que “cuando los alumnos lo vieron a él flotando en la estación quedaron tremendamente impactados”, sonríen.

Después de indicar que deben remitirle a la NASA los avances de la experiencia, las docentes destacan que “el año que viene continuaremos con esta propuesta”, y remarcan que “ya podremos hacer videoconferencias, porque la jefatura regional nos consiguió un equipo”.

Pero no tendrán que esperar tanto para comenzar a participar de otra experiencia con la NASA.

“La semana próxima arrancaremos con otro programa, que consiste en que los alumnos envíen las coordenadas de un lugar para que la agencia les mande fotos satelitales”, relata Laura Puche.

Uno de los chicos ya eligió la costa de Mar del Plata, porque la quiere conocer. Otro, Plaza Moreno. Un tercero, la escuela.

Las maestras comentan que “eso nos servirá muchísimo a la hora de trabajar sobre la Ciudad y la noción de espacio”, ejemplificaron.

SANGRE MAPUCHE

La docente Victoria Zalagione fue la responsable de acercar a Diego Rodríguez a la Escuela Especial “Juana Azurduy”.

Cuenta que “a los 18 años, Diego recibió una beca para ir a estudiar a una universidad de Estados Unidos. Tenía que jugar al fútbol” en la casa de estudios.

Y Diego jugó. Pero también se graduó como economista, hizo un máster en comercio exterior, obtuvo un título “como educador” y además realizó el doctorado en educación, relata Victoria.

“Hace 3 años ingresó a la NASA como encargado de los proyectos de extensión. Siempre brinda charlas en escuelas estadounidenses”, apunta.

Y narra que el joven descendiente de mapuches visitó el año pasado a su tío -el esposo de Victoria- y le pidió si lo llevaba a Berazategui, donde la NASA tiene un convenio con un colegio. “Te lleva, pero si venís a mi escuela, le dije yo en broma. Pero vino”.

Así empezó esta historia.

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