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Celos, engaños y locura ¿cualquiera se puede convertir en asesino?

El caso del biólogo acusado de haber matado al fotógrafo por una supuesta infidelidad matrimonial reinstala el debate. La crónica policial registra muchos antecedentes resonantes en La Plata

7 de Septiembre de 2014 | 00:00
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HUGO CASTILLO EN LAS OFICINAS DE LA DDI PLATENSE. LA FISCALÍA CREE QUE MATÓ AL FOTÓGRAFO GALEANO PORQUE ERA EL AMANTE DE SU MUJER.
HUGO CASTILLO EN LAS OFICINAS DE LA DDI PLATENSE. LA FISCALÍA CREE QUE MATÓ AL FOTÓGRAFO GALEANO PORQUE ERA EL AMANTE DE SU MUJER.

Dicen que lo último que le dijo fue cornudo . El mismo se lo contó a un policía, apenas unas horas después de ser detenido. “Me dijo cornudo...”, confesó, medio ido, medio en shock. Era julio del 92 y Julio Scafati se entregaba en la comisaría 2ª de La Plata tras matar a su amigo Alejandro Moro de dos certeras puñaladas. Tiempo después, en un juicio oral y público que mantuvo en vilo a la opinión pública platense, la Justicia probó que Scafati actuó motivado por el despecho y la venganza, luego de enterarse de que su mujer y Moro mantenían una relación oculta que llevaba meses. Lo condenaron a la pena de cuatro años de prisión por “homicidio en estado de emoción violenta”. En su estrategia, la defensa argumentó que la salud psíquica de Scafati se había ido deteriorando con el tiempo, día tras día, y que el hecho de conocer y tener detalles de la infidelidad de su mujer desembocó en el explosivo cocktail de celos y furia. Y en dos puñaladas. Certeras. Fatales.

No tan distinto a lo que dicen por estos días de Hugo Castillo, el biólogo acusado de asesinar de dos disparos al fotógrafo Eduardo Galeano. Amante de los animales, empleado sin sobresaltos en el Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia y profesional reconocido entre sus colegas platenses, Castillo habría actuado motivado por impulsos similares. Al menos así lo cree el fiscal Marcelo Romero, quien en el pedido de detención argumentó la existencia de “un motivo aparente de parte de Castillo para matar a Galeano”. Ese motivo sería la relación secreta que el fotógrafo mantenía con su mujer. Además, Romero cree que el biólogo habría seguido los pasos del fotógrafo para planificar su venganza sentimental. El homicidio se concretó “en el momento justo en que la víctima se encontraba sola e indefensa”, dice el escrito del fiscal, que avaló el juez de Garantías Juan Pablo Massi. Fue, según creen, otra historia de infidelidad que desembocó en un explosivo cocktail de celos y furia. Y en dos disparos. Certeros. Fatales.

A poco de que se cumplieran veinte años del veredicto que declaró culpable a Scafati y mientras la Justicia avanza por estas horas en la hipótesis de la venganza sentimental en el caso del fotógrafo Galeano, distintos expertos vuelven la vista a un tema frecuente de las páginas policiales y, sin referirse al caso puntal del biólogo y su supuesto despecho -del que la Justicia deberá seguir aportando datos-, reabren una pregunta para la que no existe una única respuesta: ¿cualquiera puede ser un asesino?

Frialdad, alevosía, brutalidad. La mayoría de los especialistas coincide en que este trastorno antisocial de la personalidad puede hallarse en personas que llevan una vida en apariencia normal y dentro de la ley

“Ante la amenaza de un abandono inminente o frente las evidencias de la infidelidad -dice el psiquiatra Pedro Gargoloff-, quien presente un perfil psicopático tendrá comportamientos diferentes a los de la celotipia pura: irrumpe una personalidad con desprecio real por la cosa que considera de su posesión y surge la decisión de pasar al acto contra la infiel o hacia el tercero. Estos crímenes suelen ser más frecuentes en los casos de violencia de género”.

RETRATO DE UN ASESINO

Otro caso que recuerda la historia policial reciente es el de Leonardo Crespo, un contador platense condenado a 22 años de prisión luego de que estrangulara y asfixiara en 2005 a su esposa Analía Escamochero, de quien Crespo sabía que lo había engañado. Otra vez la venganza. Otra vez la locura.

“Pese a lo que se suele creer -plantea la psicóloga platense Elizabeth León Mayer-, la mayoría de los asesinos no son psicópatas y muchos psicópatas no llegan nunca a cometer un homicidio”.

Lo que aporta la experta entra en sintonía con lo que dice el psicólogo y ensayista Kevin Dutton, quien en su libro La sabiduría del psicópata sostiene precisamente que no todos los individuos que revisten esta patología son potenciales asesinos.

De acuerdo a su definición, la psicopatía es un desorden de la personalidad caracterizado por emociones superficiales con alta tolerancia al estrés, falta de empatía, frialdad, ausencia de culpa, egocentrismo, tendencia a la manipulación y comportamientos antisociales y hasta criminales.

Pese a la impronta negativa de su descripción clínica, Dutton postula que los portadores de esta patología poseen una serie de atributos positivos e imprescindibles para triunfar en el siglo XXI -son fríos, brutales, atrevidos, carismáticos y seguros de sí mismos- y destaca la posibilidad de aplicar algunos de sus comportamientos a la vida cotidiana.

¿Se puede relacionar alguna de estas características con la personalidad que la Justicia va descubriendo poco a poco de Castillo, el supuesto asesino de Galeano? Si bien ni psicólogos ni psiquiatras se animan a aventurar un juicio, fuentes de la propia investigación sacan a la luz piezas de un rompecabezas que poco a poco parece armarse. O casi. Esas piezas refieren, por ejemplo, a la conducta de Castillo cuando comenzó a sospechar que su mujer -de quien recién se había distanciado- lo engañaba. Empezó a revisarle las llamadas y la cuenta que ella tenía en Facebook. Incluso hasta creen que contrató un hacker para conocer todas las relaciones que ella mantenía en las redes. Con esas piezas en la mano, ahora, los investigadores también consideran clave el testimonio de los ex compañeros de trabajo del acusado, quienes dijeron al fiscal que, a fines de mayo pasado, entre risas, Castillo comentó en la oficina: “Si aparece un fotógrafo muerto, fui yo”.

¿ES USTED UN PSICOPATA?

Frialdad, alevosía, brutalidad. La mayoría de los especialistas coincide en que este trastorno antisocial de la personalidad puede hallarse en personas que llevan una vida en apariencia normal y dentro de la ley. En casos delictivos, se apunta, lo que motiva la intencionalidad del psicópata no es sólo el daño a la víctima sino la satisfacción inmediata de una necesidad, de un deseo, o bien el alivio de una vivencia angustiante. Ese psicópata, dicen, puede ser un tipo en apariencia normal. Un amigo, un compañero de trabajo. Un tipo que, al decir de los expertos, no tiene una afectividad ni sabe lo que es amar al otro. ¿Se lo puede detectar? Para muchos, por lo general, son personas inteligentes, simpáticas, agradables. Y casi siempre muy difíciles de detectar.

“Hay que tener en cuenta que la conducta humana es compleja y está intrincadamente condicionada por las circunstancias -advierte el psiquiatra Jorge Folino, director de la Maestría en Salud Mental Forense-. Como si todo eso fuera poco, las motivaciones que llevan a una persona a matar pueden quedar inaccesibles en lo recóndito del psiquismo del victimario”.

Según Dutton, en tanto, en los indicadores de psicosis sobresale la tolerancia extrema a situaciones de estrés, una predisposición singular para aumentar los niveles de frialdad a medida que se incrementa la tensión, pero aclara una vez más que un psicópata no es siempre un asesino en ciernes: existen los “psicópatas funcionales” que usan estos comportamientos para destacarse en sus campos de acción.

“La situación se vuelve peligrosa cuando todas esas características se intensifican demasiado: ahí es cuando el individuo comienza a convertirse en disfuncional”, alerta Dutton.

En el decálogo del autor, las ocupaciones más proclives a estas actitudes son los CEO (presidente del directorio de una empresa), abogados, figuras de TV, ejecutivos de ventas, cirujanos, periodistas, policías, sacerdotes o pastores, chefs y empleados públicos.

La mayoría de estas profesiones ofrecen grandes proporciones de poder, además de requerir la capacidad de tomar decisiones objetivas basadas en hechos en vez de emociones, algo que las hace especialmente atractivas para los psicópatas.

Para Dutton, la psicopatía es solo un índice de esa “escala de locura” en la que están inmersos los habitantes de las sociedades contemporáneas y en esa línea son a veces muy sutiles las fronteras entre el perfil de un neurocirujano y el de un asesino serial.

CABOS SUELTOS

Piezas, cabos sueltos, puntos en común e historias que se repiten con el tiempo como si fuese un designio macabro. Si bien resulta complejo trazar un solo perfil y la mayoría le escapa a las etiquetas, hay algo en lo que coinciden casi todos: un psicópata puede ser alguien tan frío como para planear un crimen. Como hizo Crespo, de quien se supo que planificó el homicidio de su mujer casi con veinte días de antelación. O como acaso podría haber ocurrido con el crimen del fotógrafo Eduardo Galeano, cuya muerte, según los investigadores, habría sido planeada varios días antes y, a diferencia del recordado caso Scafati, lejos de cualquier impulso de emoción violenta.

Castillo, ahora, está imputado por “homicidio doblemente agravado” por uso de armas y por alevosía. En su indagatoria, el biólogo sólo pidió hablar para saber si mantendría el sueldo del ministerio y para pedir que, durante la reclusión, le garantizaran sus remedios para la hipertensión. También le preguntó al fiscal el significado del concepto “alevosía”. Se lo explicaron y bajó la mirada. No dijo nada más.


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